CON la tercera plaza entre ceja y ceja acude el Sevilla a una cita de lujo, digamos que la cita más lujosa que depara el calendario de la Liga española. Es en el magno coliseo de la Castellana y si de por sí siempre tiene rango de temible el anfitrión, en este día se agranda la vitola porque a su condición habitual une unas urgencias que le hacen todavía más peligroso. No acude el Sevilla con su mejor traje, pues la baja de Luis Fabiano no es una más y bien que se está demostrando en esta larga ausencia que el gol no acude con la frecuencia que se le reclama. Una baja siempre dolorosa y que se acentúa en este primer sábado de mes.

Pero, a pesar de todo, el Sevilla sigue vivo, muy vivo, y me lo imagino con ganas de repetir la faena de la primera vuelta. Como aquella noche será Iturralde el juez, al que ya está presionando la hagiografía madridista al desempolvar lo mal que al Realísimo le va con él. Es lo de siempre, pero el partido tiene otras dificultades añadidas para la tropa de Jiménez y es la de que si faltó en la primera manga, hoy sí estará Cristiano en liza y ya se sabe lo que incide el portugués en la vida del equipo madridista. Y a la hora de empezar ya se sabrá a qué distancia tiene el Madrid a su único enemigo, a ese Barça que tan poco yerra y que tanto obsesiona a los de Pellegrini.

A pesar de la ausencia de Luis Fabiano y de la presencia de Cristiano, el Sevilla tiene mucho que decir y está en condiciones de volver a poner una pica en Chamartín. De hecho es algo que no le cogería de nuevas, algo que ha repetido hasta en tres ocasiones en lo que llevamos de siglo. Aquel gol de Baptista en plena Navidad de 2004, la tremenda final de la Supercopa de 2007 y el 3-4 de la temporada anterior son exponentes bien definidos para que se espere al Sevilla con recelo y la guardia bien alta. Es un partidazo en el que el Madrid se juega una barbaridad y en el que el Sevilla tiene la oportunidad de seguir mirando con fundamento el objetivo de la tercera plaza.