Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El peaje de Sevilla

Sevilla no ha sacado partido a las posibilidades que le daba ser la capital de la comunidad autónoma

El próximo miércoles el Teatro de la Maestranza volverá a acoger el acto institucional que conmemora el Día de Andalucía. Un buen momento para reflexionar sobre qué le ha aportado a Sevilla ser desde hace casi cuatro décadas la capital de la comunidad autónoma y la sede de su Gobierno y de su Parlamento. Lo primero que le ha supuesto -no hay que indagar mucho para que se evidencie- es la antipatía más o menos explícita, según los lugares y los momentos, del resto de las provincias. La teoría del agravio comparativo ha funcionado a la perfección y a Sevilla se le echa la culpa de casi todos los males que tiene la región, que no son pocos. El centralismo sevillano, que tiene una base cierta y constatable, ha hecho que todo lo que llega desde los alrededores de la Giralda se vea con manifiesta desconfianza. Por la misma razón ha existido y previsiblemente seguirá existiendo una fuerte presión periférica para que Sevilla no se vea beneficiada por ninguna de las políticas que ponga en marcha la Junta, especialmente la de inversiones. Éste es un peaje que se le ha puesto a Sevilla y que se puede rastrear sin dificultad en los Presupuestos autonómicos de las últimas décadas o en hechos con tantas consecuencias económicas y sociales como la negativa del Gobierno autonómico a ampliar la red de Metro de Sevilla mientras se volcaba con las de Málaga o Granada.

También ha habido, como no podía ser de otra forma, una serie de contrapartida positivas. La principal de ellas ha sido la consolidación en la ciudad de una clase funcionarial -la maquinaria burocrática de la Junta es poderosísima- con un poder adquisitivo que se ha mantenido durante la crisis y que ha movido el mercado inmobiliario y el del ocio. Si no hubiera existido ese amplio colectivo las consecuencias del hundimiento de los últimos años hubieran adquirido caracteres aún más dramáticos. Además, ser sede de las instituciones autonómicas le ha dado a Sevilla un plus de proyección nacional que tiene que ver también con la extraordinaria progresión del turismo nacional en los últimos años. Los medios nacionales hablan más de Sevilla que de cualquier otra capital andaluza, y eso se traduce en imagen de marca.

Pero Sevilla no ha sabido aprovechar las potencialidades que le daba la capitalidad regional para impulsar su desarrollo tecnológico o empresarial o para dotarse de una universidad o de una vida cultural acorde con su importancia teórica como la principal ciudad española al sur de Madrid. El balance, en definitiva, es que Sevilla ha ejercido una capitalidad poco rentable. Y así seguirá siendo.

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