El Premio Planeta guarrillo

22 de octubre 2025 - 03:08

Al parecer, habemus guarrilla a las hispalenses maneras, pero en versión clase alta. Al parecer, se llama Vera, pertenece a la alta sociedad sevillana y está casada con Borja, marqués de Villaécija. Al parecer, Vera decide romper su vacío matrimonio para entregarse cual Afrodita a Antonio, más joven que ella y de extracción humilde. Al parecer, su apasionada relación con Toni el menestral la llevará a un proceso de liberación respecto a ex marido, el tal Borja, marqués de la picha mohína. He aquí la ambiciosa trama de Vera, una historia de amor, la novela con la que el televisivo tertuliano y escritor de churros Juan del Val ha ganado el premio Planeta en la pasada noche poco o nada mística de Santa Teresa de Jesús. Digo churros no por ofender y sí por asociación de ideas con lo calentito y lo calenturiento.

Si habemus guarrilla (sevillana) es porque habemus guarrillo (madrileño). Dícese del tal Juan del Tal o Juan del Val (Madrid, 1970). Tanto monta, monta tanto (tanto Vera la tórrida, como Juan el calentón). No entro aquí en polémicas inanes sobre si hay que escribir para el vulgo y no para la élite intelectual. Es lo que dijo nuestro planetario guarrillo al recibir el gran cipote (el Planeta, quiero decir). Prefiero irme por los coitos de Úbeda (por los cerros, quiero decir) y ver qué le ha llevado al escritor a pensar en Sevilla como escenario para una novela donde parece haber mucho fornicio a capa y espada. “Escribo de sexo porque lo necesito para mis personajes”, dijo con el cipote en la mano (el premio, perdón).

Se conoce que por redes ha trascendido algún que otro lubricado pasaje de una novela anterior del autor (Delparaíso), donde se explicita una grisácea succión de pene (y ahí lo dejo para no dar vivas a Onán). Pero a lo que voy, ¿por qué Sevilla, Juan del Tal? Ha dicho que conoce bien la ciudad y que le apetecía intentar contarla a través de Vera, cuarentona de clase alta. ¿Aparecerán de fondo el Club Pineda o el Rastrillo de Nuevo Futuro? Queremos saber. Queremos leer. Dijo también el ínclito que le interesa mucho el universo de las mujeres. Asegura conocer a muchas que podrían ser Vera. Incluso sugiere que Vera podría ser él mismo. He aquí el gran salto de la literatura universal. Del “Madame Bovary soy yo”, atribuida a Flaubert, al “Vera soy yo” del guarrillo adicto al sexo (literario, quiero decir).

stats