Mucho ha tardado Sebastián Santos en levantar la voz por el dislate cometido con su monumento a Manolo Caracol quitándolo del lugar para el que fue concebido para arrinconarlo junto a la Norteandaluza en compañía de otros dos alamederos de tronío. Junto a los Hércules fue donde estuvo situado hasta la reordenación urbanística que dejó a la Alameda para que no la conociese ni la madre que la parió. El escultor la concibió para una ubicación y sin consultarle, con una falta de respeto inadmisible, la trasladaron y hasta cometieron la osadía de cambiar el pedestal primigenio. Al fin, el celebrado artista ha protestado y seguro que José Antonio Blázquez le habrá animado desde la eternidad. Y es que llevarlo a donde hoy se halla no tiene sentido, como tampoco lo tiene que Chicuelo y Pastora también estén tan desubicados, apelotonados los tres torpemente.
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