La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Como un puñado de arena

Este año ese avance lento diario de la luz se achica, acortando el tiempo más hermoso de la ciudad

Hoy hace un mes del 6 de enero que amanece con el fin de las Navidades y anochece con el inicio de la Cuaresma sevillana, y solo faltan ocho días para el Miércoles de Ceniza. La Cuaresma litúrgica dura invariablemente 40 días. La sevillana e íntima, que cada vez lo es menos por la multiplicación de cultos externos, va de la función de Epifanía del Gran Poder al inicio de su besamanos el Sábado de Pasión. Por eso este año se achica. Mala cosa para quienes gustamos ver venir la Semana Santa sobre los pies, llamada a llamada de más minutos de luz, procurando hacer oídos sordos a polémicas y ojos ciegos a excesos. Suficientes motivos de tensiones, broncas y polarizaciones –palabra importada de la política al multiverso cofrade– ofrece la vida pública como para cargar más peso sobre los hombros de nuestra íntima Cuaresma sevillana, enturbiándola.

Desde la noche del 6 enero al besamanos del Gran Poder, y desde este a la entrada de la Soledad –parece señalado por el destino que todo empiece y termine en la plaza de San Lorenzo– vivimos el tiempo más hermoso de la ciudad y más importante del año cristiano. Lo primero porque, como escribió Romero Murube, es el tiempo de esa luz de la Semana Santa “que los sevillanos saben distinguir muy finamente en su avance lento diario desde el fondo frío del invierno” y la ciudad siente en su entraña como una “espada de fuego dulce amarillo”. Lo segundo porque conduce a la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección del Nazareno –que de esto y no de otras cosas trata la Semana Santa, no se olvide–, la única fecha histórica que conocemos de su vida gracias a su coincidencia con la Pascua judía o Pésaj, que este año se celebra del anochecer del 23 de abril al del 29, al igual que se celebró el 14 de Nisán en torno al año 33: “Llegó el día de los Ácimos, en que se debía sacrificar la Pascua. Y envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: id a prepararnos la Pascua para que la comamos” (Lucas 22, 7).

Cuaresmas sevillanas más breves he vivido. En 1967 y 1978 el Domingo de Ramos fue un 19 de marzo, y en 2008 y 2016, un 16 y un 20 de marzo. Este año ese “avance lento diario” de la luz se achica, acortando el tiempo más hermoso de la ciudad. Porque, como bien dijo el maestro David Hurtado en la entrevista con Manuel Lamprea publicada en este diario, “a partir del Domingo de Ramos todo se precipita, como un puñado de arena, imposible de retener en la mano”.

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