Tiempo de catarsis, nuevamente se abre un espacio para el punto y aparte más concluyente en el Betis. Sólo queda un nuevo ridículo en Valladolid para que el bético siga sufriendo en esta concatenación de suplicios sin solución de continuidad. Catarsis con todos sus avíos es lo que demanda el sector deportivo de un club de fútbol, que es el sector más importante e influyente de cuantos componen una sociedad con aspiraciones de este tipo.

Se acaba una temporada tan funesta que sólo el descenso podría haberla convertido en trágica. Particularmente creo que haber eludido el descenso ha sido un milagro, pues la historia verdiblanca deja bien claro que fueron muchos los batacazos en que las cosas funcionaron menos mal que en este curso. Y digo yo, ¿en qué se ha empleado plantel y cuerpo técnico en este curso para que nada haya funcionado? ¿Cómo ha discurrido el día a día en ese vestuario para esto?

Y así el panorama, trabajo ciclópeo le queda por delante a Manuel Pellegrini para que las expectativas que siempre se abren en este club se cumplan en cierta medida. Esas distracciones, esa falta de competitividad, esos errores tan repetidos, eso no es cuestión individual sino colectiva. La sangría de goles encajados no es por la incapacidad de sus defensas, sino por la falta de trabajo grupal en el que se echan de menos ayudas, coberturas y sincronización de líneas.

Indudablemente, el principal responsable de un desaguisado como el de esta campaña ha sido el entrenador. Siempre el entrenador es el responsable del comportamiento del colectivo. No es culpable de la ocasión desperdiciada, pero sí de que la cobertura no se emplee coralmente. Por tanto, no se trata de cambiar los cromos, sino de que estos cromos se interrelacionen mínimamente para bien del equipo. A ver si con Pellegrini se nota una batuta diestramente manejada, a ver...