La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El gazpacho que sufrimos en Sevilla
HA acertado el Ayuntamiento al nombrar a Amparo Graciani como comisaria del centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929. Si hay alguien que domine la materia es ella, a veces hasta sus detalles más ínfimos. La primera misión que debería tener la cita, más allá de la conmemoración de un evento que fue decisivo en la historia de la ciudad, es recuperar el no siempre bien atendido patrimonio que aún se conserva de aquel evento. Y Graciani, catedrática de Ingeniería de la Edificación, conoce el problema a la perfección. El Ayuntamiento debería huir del vacuo historicismo y la retórica autocomplaciente y convertir la cita en una oportunidad para corregir el rumbo. Por ejemplo, poniendo freno a la destrucción de La Palmera (avenida íntimamente ligada a la Exposición) o rehabilitando de una vez la zona de los Jardines de la Madrina y el entorno del Teatro Lope de Vega. La sociedad civil (si tal cosa existe) también debería movilizarse en este sentido. Que no quede todo en cinco conferencias, cuatro publicaciones, tres salidas extraordinarias, dos cenas en el Alcázar y una magna exposición. Si lo hacemos así, la conmemoración no habrá merecido la pena.
Pero el espíritu de la conmemoración debería ir más allá y servir para que Sevilla recupere su pulso americanista. Hubo un tiempo en que los americanistas eran personajes públicos muy involucrados en la vida cultural de la ciudad. Eran buenos y rigurosos investigadores, pero no se encerraban en su burbuja universitaria. No solo dejaron una escuela académica, sino también un rastro de artículos, conferencias y publicaciones muy leídas por el gran público. Hoy queda poco de aquel espíritu y casi nadie sería capaz de dar más de dos nombres de los nuevos americanista. No dudamos de que los hay muy buenos y que tienen mucho que aportar.
Forma parte de la retórica oficial decir que Sevilla tiene que volver a ser la ciudad de enlace entre América y España (y por tanto Europa). Pero lo único que hacemos es perder oportunidades. Evidentemente, esto no lo podrá arreglar por sí la mera conmemoración de la Exposición del 29, pero sí deberíamos aprovechar para recuperar ese discurso hispanoamericanista de los años 20 y 30 que recuperó el socialismo felipista con la Expo 92 y las Cumbres Iberoamericanas y que voló por los aires con la irrupción en la política americana del bolivarianismo y el populismo negrolegendario. Hay tarea por delante.
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