¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Florido erial
Los fontaneros deben estar que trinan cada vez que oyen que la detenida Leire Díaz hacía labores del oficio en la sede socialista de la calle Ferraz. Más quisiera la desahogada Leire tener las habilidades cada día más cotizadas de un gremio donde no existe el paro. En España faltan fontaneros como cortadores de jamón, camioneros, repartidores, instaladores, albañiles y supervisores de obras, estos últimos fundamentales para que el pavimento recién instalado de una vía pública no tenga que ser reparado a las 48 horas. Ni Leire es fontanera, ni es periodista de investigación. Los fontaneros harían bien en proteger el buen nombre de la profesión. Las veces que hemos oído hablar a la señora nos ha quedado claro que jamás se le debe confiar un secreto, ni comprarle un coche usado. Reúne todas las características de quienes pululan por los alrededores del poder, con sus trajines, enredos, negocietes y apaños. Siempre acaban mal. La historia es la misma. Pero no, no son fontaneros ni en el sentido figurado. La labor de un denominado fontanero en la estructura de un partido político es ser casi anónimo, echar muchas horas de trabajo en el despacho, coger el coche y personarse en la sede del partido donde haya discordias o las cuentas no cuadren, elegir bien los cuadros de cada agrupación para no encontrarse con algún currículum no adecuado, cuidar al extremo la selección del personal laboral, resolver entuertos, proteger al fin el buen nombre de la organización... Nada de eso, absolutamente nada, realizó nunca la señora detenida.
Aquí cierto personal se sabe el protocolo apócrifo que aplican los sorprendidos con el carrito de los helados: negar, mentir y hasta convocar una rueda de prensa. Siempre con el orgullo por bandera sin pararse a reflexionar sobre la de veces que la UCO va muchísimos capítulos por delante y no hay estancia donde no haya entrado en los dos últimos años: ministerios, empresas públicas, grandes compañías, residencias privadas... No, ni era ni es una fontanera. El lenguaje puede ser resultar tan duro como preciso. Lo sabe el PP, que ha definido a García Ortiz como delincuente en cuanto se ha conocido la sentencia. Otro delincuente, por cierto, sigue siendo el prófugo Puigdemont a la espera de una amnistía. Y convoca ruedas de prensa y recibe visitas revestidas de carácter oficial. En España no eres nadie si la UCO no te ha echado una mirada. Las detenciones, investigaciones, imputaciones y condenas están normalizadas. El ministro de Justicia se abraza con el ex fiscal general condenado por delinquir. Y lo digerimos. Pero nadie defiende el buen nombre de los fontaneros, con el trabajo que cuesta encontrar uno. Y la felicidad que generan cuando arreglan un desaguisado a tiempo.
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