Los caídos andaluces del sanchismo

No es la UCO ni la extrema derecha, es una rebelión interna en toda regla

Nos libramos de pasar vergüenza

María Jesús, vente ya

Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en una imagen reciente en el Congreso de los Diputados.
Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en una imagen reciente en el Congreso de los Diputados. / Agencias

11 de diciembre 2025 - 04:00

No se ha percibido un ambiente de tanta preocupación y vuelo de cuchillos como el de estos días en las filas socialistas. El boquete abierto en el voto femenino debe ser considerable a juicio de los estrategas internos, de otra forma no se explica el nerviosismo. Se han cepillado a los sevillanos Salazar y Hernández. Al jefe y al subalterno. Han fulminado a los dos sevillanos del complejo de la Moncloa. Es llamativo el sacrificio hasta del banderillero para generar una imagen de contundencia en un caso que lleva pendiente desde julio, cuando algunos creyeron que todo estaba resuelto con dejar fuera de la ejecutiva a Salazar. Ni el frente judicial contra el presidente ha causado tanto revuelo interno como el de estos días en que Ferraz parece vivir un tiempo de cuaresma más que de Adviento. ¿Cuántas veces se ha pedido perdón? La última en aparecer como arrepentida ha sido la ministra Pilar Alegría, que califica de "error" haberse reunido con Salazar a la hora del almuerzo. Perdón, oh, Dios mío. Mientras María Jesús Montero siga en Madrid, más trabajo le costará alejarse del Chernobil que es ahora mismo el presidente del Gobierno, su entorno inmediato y la sede central del partido. Madrid es la plataforma y el lastre. Toda realidad negativa tiende a empeorar. Y en este caso lo ha hecho provocando jirones en la bandera feminista del PSOE.

No bastaba con deja a Salazar a las puertas de la Secretaría de Organización. Se debieron terminar de aplicar los protocolos internos, cosa que no se hizo. Son de mentira, de pose, de aparentar, de palabras huecas y lemas vacíos repetidos como loros. Orillaron el asunto en la creencia de que caería en el olvido. Importaron muy poco las denunciantes, acaso apagar cuanto antes el fuego de la enésima crisis. Y esta vez se han quemado como no lo han hecho antes, porque este asunto echa abajo uno de los estandartes. No se ciñe a la zona residencial de la Moncloa, donde los parapetos son fuertes, aunque haya caído el fiscal general. Afecta al partido por decisión de los militantes. No es la UCO, no es la extrema derecha, no son plataformas ultraconservadoras. Son denuncias de mujeres trabajadoras. No se tramitó nada, ni se entonó el "hermana, yo sí te creo". Se aplicó otra vara de medir con la convicción de organizar una explosión controlada. A las denunciantes les importaba un rábano que su jefe dejara de ser secretario de Organización. Y al partido le importó un comino la tramitación de la denuncia. Cinco meses después, el cortafuegos no ha funcionado. La humareda en Ferraz es intensa porque esta vez su origen está dentro. Es una rebelión interna que se lleva por delante a asesores hasta ahora desconocidos y que por exigencias del guion son elevados en los telediarios a la categoría de sacrificados. Cae el dúo Salazar-Hernández, como están cayendo otros colectivos (caso del entorno del vicepresidente del Congreso, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis) por efecto de antiguos asuntos urbanísticos. ¡Malditos roedores!, se oirá en la estancia principal de la Moncloa.

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