Al rico helado (de rebujito)

El mundo del croquetaje, por ejemplo, asiste hoy a un debate filosofal acerca de la llamada croqueta de quinta gama

Desde hace años, bajo los días triunfales de El Bulli de Ferran Adrià y su cocina molecular, la gastronomía es un gran filón noticioso. Con humor retrógrado Vargas Llosa dijo que los chefs con gorro estilo champiñón eran hoy los filósofos de nuestra hora. Se acabó lo de cultivar el jardín propio, a lo Voltaire. Frente al pensamiento gris, mejor el cultivo del paladar, que es menos sesudo y triste. De ahí el éxito del chef estrella, creador de bodegones inauditos y estudioso compulsivo de toda vianda. Si Zygmunt Bauman nos hizo saber que vivíamos en un tiempo líquido, ¿no será la misma existencia una cuestión de maridaje? De ahí el triunfo de lo híbrido y lo licuado en todo ámbito.

El mundo del croquetaje, por ejemplo, asiste hoy a un debate filosofal acerca de la llamada croqueta de quinta gama, especie de género difuso entre la croqueta precocinada y la croqueta casera y auténtica. En el restaurante Desacato de Amor de Dios (otrora Casaplata), se estila su nuevo concepto de "cocina irreverente", opuesta a todo canon. Aquí la tradición se considera un rescoldo mainstream y toda costumbre, culinaria o no, obedece al relicario de la cultura pop. Suponemos que en Desacato la nueva croqueta debe ser la apoteosis de la irreverencia. Paladearla será como experimentar todo un orgasmo de contestación personal.

Aparte de nueva filosofía, la cocina es también la nueva literatura. Así El Duende, espacio gastronómico del Eurostars Torre Sevilla, ha presentado una nueva carta con 24 platos inspirada en La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne. Se trata de un viaje sensorial y culinario que llevará al comensal a degustar el globo terráqueo de este a oeste y de norte a sur gracias a una creativa panoplia de sabores y sentires. No faltará el toque local, caso del Pad Thai Sevillano con puntillitas o los postres bautizados como El cielo de Sevilla o Un paseo por la Feria de Abril, que incluye, al parecer, un irresistible helado de rebujito. Del clásico bombón helado que voceaban los vendedores de helados de caseta en caseta, hemos pasado al deleite cuqui del helado de rebujito.

Como informaba este diario, el comensal de El Duende podrá disfrutar, tras la experiencia Julio Verne, del selecto palomar de Torre Sevilla, en su terraza Atalaya (180 metros de altura). Un nido inigualable, convertido en todo un spotlight sevillano donde poder recibir el atardecer sin perder el regusto del rebujito helado. Que sean otros, en los precarios baños de las casetas de la Feria, los que experimenten La vuelta al estómago en 80 arcadas.

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