Tribuna

José Luis / García-Palacios

La ruta de la seca

UNA vez consumido el periodo estival, nos encaminamos hacia el invierno, esperando disfrutar de la alternancia de nubes y claros, soleados y grises cielos que nos bendigan con un maná en forma de líquido elemento. Nadie se extrañe, no se trata de un lapsus ni olvido, he omitido el otoño por si así pasa más rápido, aunque como dice Sabina, "suele durar lo que tarda en llegar el invierno". No quiero crear una idea de fobia a esta melancólica y nostálgica estación, es una época que permite ilusiones al agricultor y al ganadero. Unos por planificar sus siembras, preparar las tierras y de paso encomendarse al santoral local para que asistan sus esfuerzos. Los otros, por esperar esas lluvias que le permitan relajar el constante sangrado de sus cuentas por alimentar desde el bolsillo el ganado que pacientemente espera los brotes verdes, en este caso reales, que refrescarán sus paladares y los lustrará por dentro y por fuera. O quizás por que empieza el cadencioso llanto de la Dehesa, la lluvia apenas imperceptible de su fruto más preciado, la bellota.

Se va el verano, llega el otoño y con éste la cruel realidad. Hace unos días se ha tratado en el Senado y al amparo de la Comisión de Agricultura y Medio Ambiente, la ponencia sobre la Dehesa y sus circunstancias. Esta ponencia ha sido lugar de encuentro de todos los grupos políticos para hablar de este ecosistema, de sus bondades y de sus profundos problemas. En breve deberán convocar a Encinal para llevar a cabo la exposición de la misma desde el sector en cuestión, desde el punto de vista de todos sus integrantes, desde la universidad hasta las denominaciones de origen, desde el turismo y la agricultura convencional y ecológica, y más.

Hoy es el momento ideal para crear conciencia para conocer qué vamos a perder y qué estamos perdiendo. Pero con la misma certeza les digo que no vamos a dar por perdida esta batalla. Es en este periodo cuando podemos marcar cualquier trayecto por nuestra geografía peninsular, por su cuadrante sur occidental, donde se extiende por varios millones de hectáreas la Dehesa. Podríamos comprobar en nuestra ruta el trágico e inexorable avance del fenómeno de la Seca de los Quercus. Podemos casi oír el imperceptible lamento de este medio, acompañado del suspiro ahogado del propietario, del ganadero, que siente y nota como la vida de sus árboles se escapa de entre sus dedos, sin poder hacer más que cortar los muertos, tratando desesperadamente de combatir tal mal.

Podríamos diseñar una ruta, iniciándola en cualquier municipio del Andévalo de Huelva, luego a la Sierra y a otras provincias vecinas. Veríamos el celo con que la Seca se ha cebado con nuestras Dehesas en este fin del verano. Solo espero que esta Seca nunca llegue a las inteligencia de nuestros representantes, que se mantengan frescos para poder emplearse por el bien general y por el futuro de la Dehesa, sin protagonismos partidistas, es necesario enjuagarse del beneficio a corto y acicalarse en el de la sociedad en general. Esta batalla se ganará entre todos, sin guerrillas ni emboscadas particulares. De esta forma empezaremos a sentir la presencia de la esperanza, y créanme, no es fácil encontrarla hoy día.

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