puerta de los palos

el Fiscal

El selecto club de los que repiten cartel

NO hay casos de cofrades que hayan dado dos veces el pregón de la Semana Santa, aunque alguno hay dispuesto a descriogenizar el chaqué, calentar la banda y salir de nuevo al escenario del teatro a soltarnos la barrila con la que ya nos aletargaron en el Lope de Vega o en el Maestranza, según el caso. Al menos, no hay casos de repetición en el acto del pregón tal como nos ha llegado. El cartel de las Fiestas Mayores de la ciudad es muy distinto. Hay pintores, del grupo de los ilustres con calle en Sevilla, que lo han realizado dos y hasta tres veces. Hohenleiter, Gonzalo Bilbao, Jiménez de Aranda, Santiago Martínez, Maireles, Rico Cejudo, Juan Miguel Sánchez, Ramón Monsalve, García Ramos... Hubo un tiempo en que el cartel de Semana Santa se consideró agotado y el Consejo, con bastante acierto, apostó por la fotografía varios años. El Ayuntamiento no ha dejado de confiar la promoción de sus principales fiestas a pintores, incluso con partidas económicas importantes hasta no hace mucho.

Ricardo Suárez, autor del cartel de 2000, ha sido elegido para pintar el de 2016. Es de sobra conocido en la ciudad. Y conoce sobradamente la ciudad, con la que mantiene esa peculiar relación de amor basada en la crítica, en la exigencia, en el reproche continuo para denunciar la indolencia. Como buen artista, se rebela contra el orden y los convencionalismos establecidos, tiene la acidez necesaria para provocar, agitar y remover al público en óleos y opiniones sobre asuntos de actualidad; suele exhibir una gracia innata que no sólo no tiende nunca al cliché de gracioso, sino que adquiere con facilidad e ingenio una forma de punta de colmillo con la que se abre paso en la selva urbana de cada día. Y lo más importante: al tener tan escrutada la ciudad, no le tiene ningún miedo.

Romántico que vive de su pintura, paga la factura de su libertad, como cuando dio nones al Consejo con el cartel de la Semana Santa al no estar remunerado. Y eso que trabaja gratis para las cofradías y entidades sociales cuando le sale... de la paleta.

Su obra no dejará indiferente. Siempre ha tenido claro que un cartel es un grito, un aldabonazo, un golpe, la expresión de un estado de ánimo, una denuncia, una reivindicación, una ausencia. Una cosa es segura: no hará una postal, ni será cobardón. Pasados los cuarenta, uno ya no debe bajar algunos peldaños, ni anunciarse en ciertos festivale, sino cumplir la enseñanza recibida: en la vida, como ante el toro, en corto y por derecho.

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