El tío Toni que ganó el Nadal

28 de mayo 2025 - 10:50

El cambio de modelo de familia, la drástica reducción de sus miembros, ha convertido en irrelevante un personaje esencial: el tío. El hijo único o ninguno es la media aritmética del nuevo invierno demográfico. Esta sociedad crea unos sucedáneos de parientes que nunca tendrán la calidad y la calidez de los originales. “Lo que hemos vivido no siempre ha sido fácil, pero ha valido la pena”. Estas palabras de Rafa Nadal a su tío Toni Nadal en el impresionante homenaje de Roland Garros, que es como si el mariscal Soult nos hubiera devuelto todos los murillos sustraídos en su cleptómana obsesión, ha sido uno de los detalles más hermosos de este tributo. Tanto como la estampa con Federer, Djokovic y Murray, los tres mosqueteros del D’Artagnan de Manacor; o el abrumador palmarés de quien ha sido el rey de la pista durante dos décadas.

Quienes nos hemos criado en familias numerosas, esa bendita antigualla demográfica, le debemos mucho a nuestros tíos. Los primeros periódicos que leí en mi vida eran los que cogíamos en casa de mi tío Ramón; los leíamos con retraso y después los vendíamos a peso en la chatarrería que estaba junto al mercado. Mi tío Ángel fue el primero que me enseñó los talleres de un periódico. Me perdí su boda con mi tía Paqui por un examen de Filosofía. Cada vez que oigo Yesterday pienso en mi tío Enrique, el que se llevó a Murcia a mi tía Pradito, mis anfitriones cuando fui a la jura de bandera de mi hermano Juan en los paracas de Alcantarilla el día que escuché en el autobús que habían asesinado a John Lennon en la puerta de su casa.

Nada
Nada

No sé cuál de mis tías estaba hablando con no sé cuál de sus novios (tampoco sé si al final sería mi tío) cuando en la panadería de mi abuelo la escuché apenada recibir la noticia del asesinato de Kennedy, que es la frontera de tiempo que señala nuestra mudanza de Galicia a la Mancha. Mi tío Pepe tenía los billares más rumbosos de Ciudad Real junto a un cine donde vimos El día más largo, su seriedad levantina formaba un tándem insuperable con la alegría contagiosa de mi tía Manoli. Mi tío Blas era el único cosanguíneo en una estirpe donde mandaban las hembras. Fue el mentor de mi primo Javi Naranjo, de quien le mandó vídeos a Lopera cuando jugaba en el Piedrabuena, el Milán de los Montes. En casa de mi tío Manolo vi el mejor partido que han disfrutado estos ojos, la semifinal entre Italia y Alemania del Mundial de México. Jugó de portero en equipos de media España, desde Melilla hasta Mahón pasando por Jaén y Valencia, y cancerberos fueron sus tres vástagos.

Con todos ellos hago un cóctel para esta película de mi vida, la versión manchega del Mon oncle de Jacques Tati. Después de Toni Nadal, uno querría tener un tío como Monsieur Hulot. Lo más parecido es mi tía Encarni, la pequeña del panadero y la manchega de Calzada de Calatrava, que se vino al sur con su sobrino y a la que un día le regalé Viajes con mi tía, de Graham Greene.

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