La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La alegría de Fito
Una conocida marca ha conseguido que su eslogan Yo no soy tonto se haya hecho un hueco en el lenguaje coloquial. Es lo primero que se le pasa a una por la cabeza ante la respuesta de Moncloa a la pregunta parlamentaria por el coste del viaje en Falcon que hizo el presidente a Benicasim para ir al festival de música FIB. Según Presidencia, el coste fue de 282 euros. Los españoles no son tontos, aunque Sánchez y su equipo parecen creerlo. Nadie con dos dedos de frente puede tomar en serio el coste del polémico viaje, un capricho de Pedro Sánchez, su mujer y sus hijas. Pero si ya era y es irritante que el presidente se tome el uso del Falcon para ir donde le dé la real gana, más lo es que pretenda hacer comulgar con ruedas de molino a los ciudadanos ofreciendo esa cifra ridícula.
Felipe González metió la pata con el Azor, Alfonso Guerra con el famoso Mystére que lo llevó a los toros y Zapatero con un viaje familiar a Londres, pero los tres corrigieron su actitud, aunque la actitud más ejemplar fue la de la Reina Sofía, que iba a Londres en un vuelo low cost para visitar a su familia. Este presidente actúa como si quisiera aprovechar el poco tiempo que va a estar en Moncloa y demuestra unas formas de ejercer el poder que indigna incluso a los más incondicionales. Nadie como él viaja con más séquito ajeno a su equipo presidencial, nadie usa con más prodigalidad los transportes oficiales, nadie se inventa excusas de seguridad para coger un helicóptero cada lunes y cada martes. Ni siquiera lo hacían los presidentes que estaban obligados a medidas extremas de precaución en los años de plomo de ETA.
Va por Madrid con más vehículos de escolta que nadie, se hace acompañar por su mujer y la incluye en el programa de las parejas de jefes de Estado, cuando él es jefe de Gobierno, y cierra un pueblo en el que se celebra la boda de su cuñado, a la que por supuesto asiste en helicóptero. Que utilice las viviendas oficiales es lógico, pero no se puede admitir que para sus asuntos privados haga uso de medios dedicados a actos oficiales. Pero lo que más indigna es que se mienta a los españoles sobre el coste de sus caprichos. 283 euros. Vamos, anda. No somos tontos.
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