Una conocida marca ha conseguido que su eslogan Yo no soy tonto se haya hecho un hueco en el lenguaje coloquial. Es lo primero que se le pasa a una por la cabeza ante la respuesta de Moncloa a la pregunta parlamentaria por el coste del viaje en Falcon que hizo el presidente a Benicasim para ir al festival de música FIB. Según Presidencia, el coste fue de 282 euros. Los españoles no son tontos, aunque Sánchez y su equipo parecen creerlo. Nadie con dos dedos de frente puede tomar en serio el coste del polémico viaje, un capricho de Pedro Sánchez, su mujer y sus hijas. Pero si ya era y es irritante que el presidente se tome el uso del Falcon para ir donde le dé la real gana, más lo es que pretenda hacer comulgar con ruedas de molino a los ciudadanos ofreciendo esa cifra ridícula.

Felipe González metió la pata con el Azor, Alfonso Guerra con el famoso Mystére que lo llevó a los toros y Zapatero con un viaje familiar a Londres, pero los tres corrigieron su actitud, aunque la actitud más ejemplar fue la de la Reina Sofía, que iba a Londres en un vuelo low cost para visitar a su familia. Este presidente actúa como si quisiera aprovechar el poco tiempo que va a estar en Moncloa y demuestra unas formas de ejercer el poder que indigna incluso a los más incondicionales. Nadie como él viaja con más séquito ajeno a su equipo presidencial, nadie usa con más prodigalidad los transportes oficiales, nadie se inventa excusas de seguridad para coger un helicóptero cada lunes y cada martes. Ni siquiera lo hacían los presidentes que estaban obligados a medidas extremas de precaución en los años de plomo de ETA.

Va por Madrid con más vehículos de escolta que nadie, se hace acompañar por su mujer y la incluye en el programa de las parejas de jefes de Estado, cuando él es jefe de Gobierno, y cierra un pueblo en el que se celebra la boda de su cuñado, a la que por supuesto asiste en helicóptero. Que utilice las viviendas oficiales es lógico, pero no se puede admitir que para sus asuntos privados haga uso de medios dedicados a actos oficiales. Pero lo que más indigna es que se mienta a los españoles sobre el coste de sus caprichos. 283 euros. Vamos, anda. No somos tontos.

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