La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Qué clase de presidente o qué clase de persona
Si, en lo tocante a asuntos cofrades, este 2025 hubiera que convertirlo en un telefilm gringo, en una mala peli de tarde, esta se llamaría Too many Macarenas (Género: Suspense. Doblaje: español latino. Calificación: *). Sinopsis: en una ciudad al sur del río Misisipi aparecen muchas imágenes de un tótem sagrado. Cuatro, en plan retrato robot, de un afamado artista; otra en blanco –y cortita de sal– en el cartel de las fiestas y, por último, las cuatro caras de una transfiguración de la talla que pone a los nativos del condado al filo de la alferecía. La inspectora Camacho tratará de encontrar algún sentido a esta enigmática sucesión de acontecimientos, y entenderá que la realidad supera a la paciencia-ficción.
De la polémica en torno al rostro de la Macarena hay reacciones locas –y cero cristianas– que no puedo compartir. Del fervor al furor hay trecho minado. Pero sí entiendo, y a fondo, dos cosas que explican la indignación. La primera la comprendo desde chica. Hay casas –la de mis mayores, entre otras– en las que las imágenes que veneran –en el caso de mi casa, la patrona del pueblo y la de Jesús Nazareno– nos acompañan desde el nacimiento en formas de medallitas, estampas, almanaques, fotos…, de forma que dichos iconos se convierten no solo en figuras devocionales, sino en referencia de toda belleza y en una puerta que nos comunica con lo trascendente o, al menos, con la memoria de nuestros muertos. Ya pudiera ser la talla de escaso valor artístico, que una ha aprendido en la emoción de su gente que “guapa, guapa y guapa”. Es mucho más fácil dejar de creer en Dios que ver feo al cristo al que le echabas besos cuando chica. Su rostro se nos hace único e inconfundible, podemos distinguirlo entre miles. Comprendo que el ojo que contempla con tal determinación viva con escándalo las pestañonas –muy de moda, en el barrio proliferan locales donde te las colocan– de la virgen o cualquier otra alteración, por poca que sea, en la expresividad de su cara.
La segunda clama no al cielo, sino al mundo. ¿Cómo se puede retocar una talla del valor artístico de la Macarena? Soy de quienes sospechan que la obra es de nuestra artista favorita del barroco y primera escultora de nuestra historia, La Roldana. Es hora de reclamar mayor protección jurídica de esculturas de acreditado valor artístico expuestas a la inventiva de las juntas y a los meneos de la devoción.
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