El tren machadiano

Que nadie ensucie con sus gritos la magia del tren. Que eduquen a los niños y a los jóvenes

En estos días han llegado a noticia hechos ocurridos dentro de los trenes. Se refieren a altercados causados, bien por despedidas de soltero que se descontrolaron e hicieron que la Policía tuviese que intervenir, bien por la decisión de un interventor que obligó a bajarse a un grupo de menores, ante el jaleo que estaban montando. Los trenes, Dios mío, qué océano de horas hemos pasado y pasamos en ellos. Dice Antonio Machado: "Yo, para todo viaje, siempre sobre la madera de mi vagón de tercera, voy ligero de equipaje". Me alegro de la liviandad del poeta, pero también hay que recordar que muchos viajamos cargados de maletas, cargados de trabajo -qué buen sitio es el tren para continuar nuestras labores- o, por qué no, cargados de sueño, de deseo de descanso o de un libro del que disfrutar. Los trenes no son una despedida de soltero, ni una taberna en carnaval, ni el recreo de una guardería, ni una discoteca en Nochevieja, ni una zambomba de Jerez, ni Pamplona el 7 de julio. Es absolutamente necesario que, al subir, no olvidemos en el andén ni la urbanidad, ni el orden, ni ninguna de las herramientas que nos vuelven civilizados, que nos permiten la convivencia.

Subamos nuestra maleta, sí, pero también ese respeto imprescindible que hace que el viaje resulte placentero. Porque, escuche, qué placer es viajar en tren. Mirar por la ventanilla, ver cruzar los cielos y los paisajes como si fuesen ellos los que se mueven, tomarse un café, recordar a quien hemos dejado en la estación o, al contrario, vaticinar la alegría del encuentro en el destino. Lo peor de la molestia causada por ciertos cafres no es la molestia en sí, que ya sería razón suficiente para que se tomasen medidas, sino lo que evita: la felicidad de un momento gozoso. Porque yo quiero disfrutar de mi viaje en tren. Y quiero que usted siga disfrutando del suyo. Que sean posibles la sonrisa, la palabra amable, la mirada cómplice, la conversación susurrada... ¿Cuántos amores no habrán salido de ese sugerente contexto? Que nadie ensucie con sus gritos tal magia. Que eduquen a los niños y a los jóvenes. Y a los que hablan por el móvil como si su charla resultase interesante -no lo es-. Y a los que se ponen música elevada de tono -nunca suenan Mozart o Debussy, por cierto-. Y a los que, en definitiva, con su mala educación nos rompen el hechizo del tren. Que nos dejen viajar en paz. Que el AVE sea un pájaro de vuelo feliz. Que Machado pueda seguir escribiendo sus magníficos versos en el asiento de al lado.

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