HACE tres años, por estas fechas, escribí un artículo titulado La espiga de oro sobre la fortísima subida del precio del trigo por las malas cosechas y la especulación en los mercados. Las consecuencias fueron tremendas, porque afectó a otros alimentos y hubo un incremento general de los precios al consumo, cuando ya la economía se encontraba debilitada por la crisis.
Ahora, a pesar de que las reservas globales son relativamente altas (30% de la demanda anual), el anuncio por Rusia de que restringen las exportaciones a causa de la sequía, ha puesto nerviosos a los mercados, que no saben qué volumen sería necesario para equilibrar oferta y demanda. La cosecha de trigo duro, que se utiliza para la industria de la pasta, caerá en España un 16% respecto a la media de los últimos cinco años, por las fuertes lluvias sufridas en Andalucía en invierno. A lo que ocurre en Rusia se añade el temor de que Ucrania y otros países de la zona tomen medidas restrictivas y cancelen los contratos con importadores. En Canadá, la producción se ha resentido por la climatología, y tendrán asimismo efectos las inundaciones que afectan a Pakistán, China, y algunos países del sudeste asiático. También hay dudas en algunas zonas de Australia sobre las lluvias y una plaga de langosta.
Hace un par de meses se celebraba en Sevilla la segunda edición de la Bolsa Andaluza del Trigo Duro, y se ponía de manifiesto que la mitad de la cosecha del año pasado se encontraba almacenada, sin vender, y había dificultades para encontrar mercados para nuestro trigo (Andalucía produce alrededor del 60% del trigo duro de España). Esto ocurre al margen de las cosechas y de la superficie que se siembre. Pese a que la iniciativa de la Bolsa es muy buena, echo en falta una aplicación de la tecnología y conocimiento financiero a la gestión del riesgo de los productos agrarios en Andalucía, lo cual es difícil para las asociaciones de productores, y exigiría un desarrollo y especialización desde el sistema financiero local. En el mercado actual los agricultores deben encontrar formas de maximizar sus rendimientos de mercado; no pueden improvisarse negociaciones en inferioridad respecto a los que disponen de mayor información y acceso a centros de negociación. Una estrategia de gestión del riesgo de precios, trabajando con escenarios posibles, permitiría un mejor conocimiento del valor del producto y vender en diferentes momentos del año, intentar opciones con granos, y variar las cantidades que se ofrecen. Es una lástima que las cosas sean así, pero los mercados financieros siguen operando con los mismos niveles de especulación y distanciamiento respecto a la economía real que antes de la crisis, y no hay otra alternativa que seguirlos y dominar su funcionamiento.
Hace tres años decía que si las condiciones climatológicas y de demanda no eran un hecho aislado, sino que persistían, habría que reconsiderar la política de cultivos dentro de la Unión Europea. Ahora quiero destacar estas ideas financieras, de mercado, y como principio básico, de fondo, el carácter provisional y en revisión permanente de las ideas y políticas en una economía global cada vez más compleja.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios