¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
VEAMOS... como digo esto sin parecer una indeseable… difícil. Mejor sin rodeos: no me han gustado los vestidos de novia de Lourdes Montes, la mujer de Francisco Rivera. Ninguno de los dos.
Lo explico empezando con un comentario que toda mujer ha oído alguna vez de boca de una amiga: "Es muy tú". Muchas veces no significa que le encante lo que llevas puesto (de hecho, seguramente quiera dejar entrever que le espanta), pero dentro de la posible maldad de estas tres palabras hay un fundamento básico: en el estilo en general, y en el vestido de boda en particular, hay que ser fiel a uno mismo. Y creo que el principal motivo que impide que me convenzan sendos trajes es que hay algo de forzado en ellos, como si no fueran la traslación natural de su estilo en el que es el look más importante de todos.
Al buscar bellezón en el diccionario, seguramente aparezca una foto de Lourdes Montes. Una belleza sin artificios, con estilo fresco y juvenil. Una sencillez que choca con extras que distraen. En el caso de la boda civil, los bordados que cubren el traje desde los hombros hasta la cadera aportan volumen a la zona del torso, haciéndola parecen más ancha de lo que en realidad es. En cuanto a la boda religiosa, puede que el reto de diseñar su propio vestido, con las implicaciones que ello conlleva para la firma nupcial que acaba de crear junto a su hermana, la empujó a dar un pasito más, y, además de confeccionarlo en tonos rosa, añadirle los apliques colgantes, sacados de una lámpara vintage.
Quizá quiso conseguir ese toque distinto de los vestido de su diseñador de cabecera, Roberto Diz, que llenó de libélulas el vestido de novia de Mercedes Peralta, y de estrellas el de Mercedes Bohórquez; pero, así como el peso de los apliques de las mangas propician una caída muy bonita, las cinco piezas del torso (dicho de manera campechana) no pegan ni con cola. ¡Ojo! Que estaba guapísima, porque lo es. Pero poco natural, también.
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