La lluvia en Sevilla

Lo vivo, lo junto

No pocos y diversos movimientos cívicos para la transformación social 'hacen ciudad' en esta ciudad

Cuando yo era chinorri, mi madre pertenecía a una asociación de amas de casa. No sé qué harían ni dirían en las asambleas aquellas veinteañeras que compartían el destino común de estar casadas, leer Tú, mujer, esa desconocida y dedicarse a eso que -bendita inocencia- para mí constituía un gran misterio: "labores propias de su sexo". Se juntaban aquellas mujeres para tratar lo que les concernía, y el aire de esa juntiña ya por entonces me parecía fresco y distinto del de los socios del casino somnoliento. La democracia estaba recién pintada, y parte de la sociedad se tomó con ganas su participación en intereses comunes.

Esto se me venía a la cabeza al pensar en el vigor de las iniciativas y movimientos vecinales en Sevilla. Las noticias de agosto las han protagonizado, de hecho, las acciones de distintas plataformas ciudadanas, abiertas por vacaciones, que piden que, frente a la narrativa dominante, también se escuchen y no se tergiversen sus razones, y muestran a la Administración, a los medios y a ciertas suministradoras de servicios, la brecha que separa la realidad del espejismo.

Pero no queda la cosa en algo noticiable o puntual; esta es una cuestión de fondo. Más acá de las corporaciones gremiales, los partidos políticos o los lobbies empresariales, encontramos colectivos cívicos, asociaciones, cooperativas -urbanísticas, vecinales, sociales, culturales…- que participan crítica y activamente en el cambio social y en la creación de espacios de coexistencia. Es decir, hacen ciudad en esta ciudad. Manque les pese a quienes pontifican que ciudadanos activos hay que ser un domingo cada cuatro años, que cada uno en su casa y Dios en la de todos y punto en boca, que quieren confundir arteramente lo colectivo con lo gregario y a la ciudadanía crítica con la masa invertebrada, y que consideran que defender un modelo de ciudad coherente, respirable, en pie de igualdad, sin turistificar o habitable para un niño o una anciana, es de tiesos.

La desmovilización -o la movilización patrocinada- propia de las viejas sociedades en blanco y negro y de las nuevas poscapitalistas empantallás, no ha devorado, o no del todo, nuestra actitud ante la vida en común, la calle, la convivencia y solidaridad vecinal de la que sentimos orgullo en algunos barrios, las luchas por espacios verdes o deportivos, escuelas y ambulatorios (largas fueron las de Bellavista o Sevilla Este), el protagonismo de la gente en los destinos de esta ciudad. "Porque lo vivo era lo junto", escribió Luis Rosales. En Sevilla, eso siempre lo supimos. Que no se nos olvide.

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