Antonio Cueto

El artículo ‘Un amigo viejo’

No es muy habitual leer sinceros y sentidos homenajes a los viejos. De una parte, la propia palabra está en riesgo de extinción, sustituida por el inocuo “mayores” que, por cierto, es un comparativo que, lógicamente, requiere el “que”. Es decir, que servidor (otra palabra a extinguir) cree, cuando lo oye o lo lee, que le dicen ser “mayor que”, pero sin aclarar el quién. Es decir, un sinsentido.

Pero, volviendo al principio y al motivo de la presente, lo que hoy se observa, en general, es un halago interesado a los que hemos superado el listón de la edad que nos deja en la vejez. Interesado porque les somos necesarios con los votos, es el caso de los políticos, aunque algunos de éstos renieguen de nosotros en sus declaraciones (“no vamos a poner el país en manos de los viejos”, por ejemplo).

En otros muchos casos, dan la impresión de ser expresados como obligación a los tiempos actuales; ya saben, todos ecologistas, todos feministas, todos protectores. Pero el amigo (por diariamente leído) Manuel Barea ha destilado absoluta sinceridad en su artículo, que se asume como salido del corazón con el único añadido de una gramática (otra que se pierde) exquisita. Por ello, y como viejo que soy (mayor que los demás de la casa), le doy mis más sentidas gracias.

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