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Con la salida de Pablo Iglesias del Gobierno se pensó, como así ha sido finalmente, que los consejos de ministros se podrían empezar a celebrar en un ambiente más sosegado. El líder morado se había caracterizado por una forma un tanto estrafalaria de ejercer la Vicepresidencia, sin ningún pudor a la hora de expresar sus diferencias con sus socios de Gobierno los socialistas en los medios de comunicación, algunas veces de una forma un tanto bronca. Iglesias se solía escudar en que entra dentro de la normalidad que en un Gobierno de coalición se pongan las diferencias sobre la mesa, lo cual es cierto, pero siempre que se haga con la debida discreción y que no se conviertan los medios de comunicación y las redes sociales en altavoces en los que airear las pugnas internas del Ejecutivo. Con Yolanda Díaz es cierto que la situación ha mejorado sensiblemente. La viceministra segunda es una política más discreta que Pablo Iglesias, muy poco amiga de lanzar exabruptos en los medios y con mucho mejor talante negociador. Sin embargo, eso no significa que en el interior del Ejecutivo se hayan aparcado las diferencias, las cuales, a veces, son insalvables. Porque lo cierto es que bajo la fórmula retórica de "la unión de la izquierda" o "Gobierno de progreso" se nos intenta vender un Consejo de Ministros que no funciona con la unidad que debería, y al que le cuesta llegar a los consensos más elementales, como se ha visto con la probable subida del Salario Mínimo Interprofesional. Yolanda Díaz ha cambiado y mejorado las formas, pero no el fondo. Esta experiencia de Gobierno ha servido para demostrar que el PSOE y Podemos creen en modelos de sociedad completamente diferentes. Más allá de algunos consensos muy básicos e inocuos, lo cierto es que hay divergencias enormes en política territorial, económica, laboral, energética, de derechos civiles, etcétera. Así es difícil gobernar un país con coherencia. La pluralidad en democracia es un bien que debe ser apreciado, pero en los órganos ejecutivos siempre es recomendable la unidad de criterio y acción. Lo contrario lleva a la inoperancia.
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