El aceite de oliva, reducido a un algoritmo

El problema del nuevo etiquetado europeo de alimentos es que reduce la clasificación a una escala de cinco colores que salen del resultado de un algoritmo

La puesta en funcionamiento de una nueva herramienta para marcar la calidad de los alimentos ha generado una amplia polémica por los resultados erróneos que ha generado. Se llama Nutriscore, es una señalización frontal que ya se aplica en Francia y en Alemania y califica los alimentos en una escala de colores, del verde al rojo, de la A a la E. En España funcionará este mismo año, aunque en principio es voluntario. Los primeros problemas del sistema vinieron de la calificación que le otorga al aceite de oliva, mucho peor calificado que las bebidas carbónicas de tipo cero. A este aceite, de propiedades nutricionales atestiguadas por la literatura científica frente a grasas animales e, incluso, vegetales, se le otorgaba una D; es decir, malo. Esto provocó todo un terremoto en el sector olivarero y en el Ministerio de Consumo, hasta el punto de que España rectificó y colocó al aceite en la C, pero para eso hubo de saltarse el algoritmo de Nutriscore. Porque ése es el problema. Este etiquetado europeo se basa en un algoritmo que castiga, por un sistema de puntos, las calorías, azúcares, grasas insaturadas y sal. No entra, por ejemplo, en cuál es el grado de procesamiento del producto, y lleva el resultado a una serie de equívocos graves para este sector de tanta importancia en Andalucía y en España. Estamos hablando de un etiquetado europeo, por lo que no sólo afectaría al consumo interno, sino a las exportaciones. A nuestro entender, el problema de este nuevo etiquetado es su reduccionismo, lo que provoca, además, que sea un coladero para productos muy procesados, que pueden ser modificados de modo parcial para ir escalando colores hacia el verde. En España ya existe un etiquetado que ofrece una buena información nutricional. Es más complicado, pero también es más certero. Una de las soluciones para el nuevo sistema es que se excluyan de esta clasificación los productos puros, como el aceite o la leche, pero lo cierto es que lo que se ha abierto es una negociación que termina por desvirtuar más su sentido. Tanto el Ministerio de Agricultura como la Consejería homóloga deben estar atentas para impedir cualquier trato injusto sobre un producto de tanta calidad.

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