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Tribuna

Javier González-Cotta

Escrritor y editor de Revista Mercurio

Lepanto, el otro mar rojo

La victoria de Lepanto resultará efímera. Chipre seguirá bajo gobernanza de Estambul. La flota otomana se rearmó y, en 1574, los súbditos del creciente lunar conquistarán Túnez

Lepanto, el otro mar rojo Lepanto, el otro mar rojo

Lepanto, el otro mar rojo / rosell

En un fresco de Giorgio Vasari, en la Sala Regia del Vaticano, se muestra el disciplinado orden dispuesto por las armadas cristiana y otomana poco antes de trabar combate en la batalla naval de Lepanto. Abajo, a la izquierda, tres figuras alegóricas representan a las potencias aliadas (la monarquía hispánica, Venecia y los Estados Pontificios), mientras que a la derecha un esqueleto, hijo flaco de la Muerte, aterroriza a los turcos con su guadaña. Otro fresco de Vasari muestra el colosal barullo en plena lid. En el ángulo inferior izquierdo, otra alegoría de la religión católica porta una cruz y alza un dorado cáliz con su hostia de pan ácimo (arriba, asomado a tamaña porfía, Cristo Jesús da fuerza a su ejército frente a los infieles del creciente lunar).

Paolo Veronese también reflejará en un cuadro cómo la Virgen, junto con San Pedro, San Roque, Santa Justina y San Marcos (patrón de Venecia), intercede por sus huestes. Tras la victoria obtenida ante los turcos del sultán Selim II (7 de octubre de 1571), el ascético papa Pío V, urdidor al cabo de la Liga Santa, instituyó la advocación de Nuestra Señora del Rosario. El magno triunfo también lo ilustrará El Greco en La alegoría de la Liga Santa. Un cielo amarillo y luminiscente y el cristograma JHS iluminan la escena.

Se celebra pues, justo ahora, el 450 aniversario de aquella feroz sanguina, "la más alta ocasión que vieron los siglos", en célebres palabras de nuestro Miguel de Cervantes. En realidad, el apodo el manco de Lepanto resulta impreciso. Aquel soldado de 24 años, enrolado en el tercio de Moncada, sufrirá no tanto una amputación como una parálisis de la mano izquierda, causada por las heridas de un balazo (otros dos sufrió en el pecho). La merma de la mano siniestra se produjo "para gloria de la diestra", la que alumbrará al ingenioso y locuelo hidalgo.

Durante años, Lepanto no se conoció por tal nombre, sino como La Naval. Fernando de Herrera sí hablará de la victoria de Lepanto, apéndice de su obra dedicada a la guerra de Chipre, la isla conquistada en 1570 por los otomanos. Este aterrador suceso movió a las potencias cristianas a hacer frente a Selim II, hijo de Solimán El Magnífico y apodado, impropiamente, como El Borracho(Mest). Para la historiografía otomana Lepanto (Inebahti) se conocerá como "la batalla de la armada derrotada".

No es ésta efeméride para blandas mentalidades. La gran batalla sucedida entre el golfo de Patras y el de Corinto (ese ensanche marino que separa el Peloponeso del resto de Grecia), arrojó un terrible victimario. Un primer recuento habla de más de 20.000 muertos (otras cifras sugieren que fueron mil más). La Liga Santa, comandada por don Juan de Austria, sufrió unos 8.000 muertos, casi idéntico número de heridos y 15 galeras hundidas (Felipe II había aportado 4 millones de ducados y 80.000 hombres venidos de los tercios de Granada -recuérdese la rebelión en Las Alpujarras-, Nápoles, Sicilia y Moncada). Por su parte, la escuadra otomana, al mando del serdar Pertev Pachá, sufrió una terrible mortandad: cerca 30.000 muertos, 8.000 heridos y otra decena larga de galeras destruidas.

El formidable lance de Lepanto reunió centenares de navíos entre galeotas, bastardas, galeras, barcones y mahonas (don Juan de Austria, hermanastro del Rey Prudente, ordenó serrar providencialmente las puntas de los espolones de sus galeras). Bajo pendones, enseñas, estandartes, cordajes y oriflamas se abigarraban los infortunados que luego teñirán de rojo sangre aquel entrante de aguas griegas: soldados de la Serenísima y el papado, más los tercios españoles, frente a arqueros, artilleros y jenízaros enviados por la Sublime Puerta (los remeros turcos procedían de la recluta obligada por los impuestos, más los esclavos y criminales condenados a pena de remo).

De una parte, los cristianos don Juan de Austria, el papal Antonio Colonna, el veneciano Sebastiano Veniero (destituido, pese a su braveza, por Augustino Barbarigo), y, por otra, los otomanos Pertev Pachá, Uluj Alí y Suluk Mehmet Pachá, conformaron, al cabo, los nombres más resonantes de aquella tremenda batalla entre Islam y catolicismo.

Muchos de los detalles sobre lo ocurrido el 7 de octubre de 1571 se explican con minuciosa precisión en el libro Lepanto.La mar roja de sangre, publicado por Desperta Ferro. Léanlo. Con todo, la victoria de Lepanto resultará efímera. Chipre seguirá bajo gobernanza de Estambul. La flota otomana se rearmó por completo y poco después, en 1574, los súbditos del creciente lunar conquistarán Túnez. Tal vez toda gloria deba ser pasajera.

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