Tribuna

Carlos Antonio Infantes

Pte. de la Real Academia de Medicina de Sevilla

Luis Enrique Flores Domínguez: vocación de servicio público

El autor destaca la valía profesional del secretario del Ayuntamiento de Sevilla

El secretario municipal Luis Enrique Flores durante una sesión plenaria en Sevilla.

El secretario municipal Luis Enrique Flores durante una sesión plenaria en Sevilla. / Antonio Pizarro

Es evidente que la estructura administrativa de nuestro país está en manos de excelentes funcionarios al servicio público. Pero como todo y en todas las profesiones hay muy buenos profesionales y otros que, además, tienen la vocación necesaria para sentir una atracción natural para ejercer su cometido.

Pensamos que la vocación solamente existe a través del sacerdocio, o de la medicina. Es verdad que en estos campos no es comprensible que no exista tal vocación, puesto que se trata de una relación directa con el paciente, bien sea físico o espiritual, al que hay que atender. El funcionario público toma decisiones que afectan a un volumen importante de personas, pero cuyas caras, cuyos gestos, cuyas inquietudes no se reflejan directamente ante el funcionario.

Luis Enrique Flores es un ejemplo de un profesional de primer nivel. Su trayectoria académica lo justifica. Su currículum es envidiable, tanto en publicaciones, conferencias, exposiciones públicas, etc. Su capacidad de relación con las personas a las que debe ayudar desde el punto de vista político ha quedado demostrada a lo largo de su relación con un buen número de mandatarios en distintos ayuntamientos, a través de los cuales ha ido componiendo una carrera envidiable, sin ser, por sí mismo, nunca un problema y sin crear nunca una servidumbre.

He sido testigo, por razones que no son el momento de explicar, de su inalterable criterio y consejo. El artículo publicado hace unos días por José Miguel Braojos, interventor, refleja la realidad que yo comparto. Sin contemplaciones se ha negado a darme un visto bueno estando convencido de que no era un buen consejo. Prefiere la incomodidad de una negación a la confusión con consecuencias no deseadas.

No me considero con capacidad de juzgar a nadie, pero sí con la fuerza moral de ser capaz de ser veraz a la hora de valorar a una persona con la que, como consecuencia de las implicaciones profesionales y humanas, ha dado lugar a una amistad. No es la amistad lo que ha favorecido cualquier tipo de relación.

Duele pensar que personas de este nivel profesional, de este nivel de vocación de servicio público, puedan ver menoscabado su orgullo, por decisiones de los gobernantes que no se llegan a comprender.

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