Tribuna

Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

Santa y feliz Nochebuena

En este tiempo de abundancia y de consumismo hay en el mundo mil millones de hombres y mujeres que padecen hambre y sed, y viven cercados por la enfermedad y la pobreza

Santa y feliz Nochebuena Santa y feliz Nochebuena

Santa y feliz Nochebuena

En la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). En esta noche buena y santa escucharemos una vez más este anuncio que, a través de los siglos, conserva inalterado su frescor. Es el anuncio de los ángeles en la primera Nochebuena, que nos invita a no tener miedo porque ha brotado una "gran alegría para todo el pueblo". Es un anuncio de esperanza para los pastores de Belén, también para nosotros y para el mundo entero. El ángel de la Navidad nos repite una vez más: "En la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). Y porque ha nacido para nosotros, la liturgia nos grita: "Venid, a adorarlo".

Pero yo me pregunto y os pregunto: ¿tiene todavía sentido un Salvador para el hombre del Tercer Milenio? ¿Es aún necesario un Salvador para el hombre que ha alcanzado la Luna, que investiga sin límites los secretos de la naturaleza y logra descifrar hasta los códigos del genoma humano? ¿Necesita un Salvador el hombre que navega en el inmenso océano de internet y que, gracias a las más modernas tecnologías mediáticas, ha convertido la Tierra en una pequeña aldea global? El hombre el siglo XXI comprueba con entusiasmo los éxitos de la ciencia y de la técnica, que le asegura que la humanidad ha avanzado en los últimos setenta años más que en toda la historia anterior.

Pero no todo son éxitos. En este tiempo de abundancia y de consumismo hay en el mundo mil millones de hombres y mujeres que padecen hambre y sed, y viven cercados por la enfermedad y la pobreza. Todavía hay hoy hombres y mujeres esclavizados y ofendidos en su dignidad, víctimas del odio racial y religioso, hombres y mujeres que no pueden profesar libremente su fe por la intolerancia de quienes, por razones políticas o religiosas, persiguen a los cristianos. En nuestro mundo sigue existiendo el flagelo del terrorismo, el drama del aborto y el dolor de quienes tienen que dejar su casa y su patria para buscar en otros lugares condiciones de vida dignas del hombre en una época en que se nos llena la boca hablando de paz y solidaridad. En nuestro mundo, y en España, son millones de hombres y mujeres los que no pueden disfrutar de uno de los derechos humanos más fundamentales, el trabajo, mientras crece el número de jóvenes desesperanzados sumidos en el nihilismo y el hastío, frecuentemente, esclavizados por el alcohol o la droga.

En medio de este claroscuro, en el que puede dar la sensación de que el mal supera al bien, en esta noche santa y buena, la Iglesia nos anuncia esta magnífica noticia, que "la Palabra se ha hecho carne, y ha acampado entre nosotros" (Jn 1,14), que hoy ha aparecido en nuestro mundo "la luz verdadera, que alumbra a todo hombre"(Jn 1, 9), que "ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres" (Tit 2,11). En esta noche santa, Cristo viene de nuevo a los suyos y a quienes lo acogen les da "poder para ser hijos de Dios"; es decir, les ofrece la oportunidad de ver la gloria divina y de compartir la alegría del Amor, que en Belén se ha hecho carne por nosotros.

"Hoy en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). Porque necesitamos al Salvador, en esta noche con la liturgia cantamos al Señor un cántico nuevo, tocamos para Él la cítara y le vitoreamos con clarines y al son de trompetas. No es para menos.

A pesar de tantos signos de progreso, el ser humano experimenta la soledad y la angustia, el dolor físico o psicológico y tantas amenazas para su integridad física o moral. Por ello, necesita quizás más que nunca un Salvador. ¿Quién puede defenderlo sino Aquél que lo ama hasta sacrificar en la cruz a su Hijo unigénito como Salvador del mundo? Cristo es también el Salvador del hombre de hoy.

"Hoy en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor". Que llegue hasta vosotros, queridos lectores, este mensaje de alegría y de esperanza: Dios se ha hecho hombre en Jesucristo; ha nacido de la Virgen María y renace hoy en la Iglesia. Él es el Salvador del mundo, fuente recrecida y rebosante de alegría, sentido, esperanza, seguridad y consistencia para el mundo y para nuestra propia vida. Abrámosle las puertas de nuestro corazón para que nazca en nosotros, convierta y renueve y transfigure nuestra vida. ¡Santa y feliz Navidad para todos!

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