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Tribuna

alfonso lazo

Historiador

VERITAS

Ningún gobierno se atrevería hoy a decir la verdad sobre la inmigración, ni sobre las medidas punitivas contra la Pandemia, ni sobre la guerra de Ucrania...

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VERITAS / rosell

Hay verdades que no pueden ser dichas y sería una irresponsabilidad darlas a conocer. ¿Cómo actuar entonces?

El problema hace mucho que fue planteado por Max Weber: el dilema entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción. ¿Cómo debe comportarse el hombre de Estado que conoce una verdad, y por tanto cree en ella (convicción), pero también conoce los efectos calamitosos que provocarían su revelación? Así, el silencio como responsabilidad. Marx Weber se inclinaba por la responsabilidad, esto es, por la ocultación, la mentira, el guardar silencio y eso que puede ser en ocasiones lo menos malo. Mas eso supone también sostener la vida entera de la polis sobre el engaño y la falsedad. ¿Existe escape a tal disyuntiva? Desde el Poder, desde luego no.

Sin duda, si nos dieran a elegir entre el gobernante responsable que guarda para sí ciertas verdades y el gobierno virtuoso que se niega por principio a la mentira; sin duda, los ciudadanos más ilustrados e inteligentes elegirían al primero. La santidad no tiene cabida en la política. Las Florerillas de San Francisco no pueden competir con El Príncipe de Maquiavelo comentado por Bonaparte. De modo que no corresponde al Príncipe resolver el dilema. Es desde el seno de la propia ciudadanía, y no desde arriba, de donde cabe esperar, no una solución que no existe, sino más bien un paliativo.

Paliativo como contrapeso al Poder. Grupos no políticos que dificulten y denuncien si la ética de la responsabilidad del Príncipe deriva hacia una ética de la desvergüenza cual parece, precisamente, estar ocurriendo ahora en la Europa de la UE con su mediocre gobernanza de cínico y mentiroso parloteo.

Pienso en núcleos pequeños más o menos organizados, de vocación civilizadora; gente que conozca la política aunque sin ambición alguna en ese palenque; personas que no tienen por qué sentirse adversarias del Príncipe pero dispuestas a desvelar las verdades que éste oculta; agrupaciones informales si bien con el espíritu de órdenes monásticas, laicas o religiosas, en defensa de la Veritas; sin descartar tampoco a los francotiradores que disparan desde la emboscadura.

Ningún gobierno se atrevería hoy a decir la verdad sobre la inmigración, ni sobre las medidas punitivas contra la Pandemia que tantas libertades han suprimido, ni sobre la guerra de Ucrania que está arruinando a Europa, ni sobre los juicios de Nuremberg en el pasado, ni sobre quiénes fueron los responsables de la destrucción de Yugoslavia, ni sobre el colonialismo y los efectos de la colonización, ni sobre… No es que nuestros arcontes quieran mentir en provecho propio, es que no pueden hablar, pues si lo hiciesen, si dijesen la verdad sobre todo lo sucedido y ocultado veríamos producirse estallidos anárquicos por todas partes; no por haber sido engañados, sino por haberles dicho la verdad, cosa que las muchedumbres nunca soportan porque va contra los lugares comunes y las ideas recibidas. Sólo los que se arriesguen al martirio o queden fuera del alcance de los amos y de los medios de información podrían hacerlo; incluso también algún partido de nuevo cuño dispuesto a ser la vox que clama en el desierto y a poner la Veritas sobre sus propios deseos de poder; nuevo cuño, puesto que el resto de las organizaciones políticas europeas han hecho suyo el lenguaje de la corrección política, una falsificación de la realidad que nada tiene que ver con ninguna actitud responsable sino con la mera estupidez. Y no es impertinente invocar aquí la vocación al martirio. Ya las comunidades cristianas de los primeros siglos pueden ser vistas como núcleos que desvelaban una verdad escandalosa e inadmisible, tanto para la plebe como para el mismo César: los dioses no existían y era inútil el culto que se les daba. De ahí la acusación de ateísmo que dejaba al Cesar sin legitimidad y a la plebe sin deidades protectoras; de ahí las persecuciones, y la figura del martir. Luego, la verdad de los cristianos se impuso y no descarto que el cristianismo, hoy en retirada, sea capaz aún de desvelar ciertas verdades indecibles en el siglo XXI.

No puedo escribir aquí, va de suyo, nombre propio alguno pero estoy convencido de que el inteligente lector comprenderá. Ética de la responsabilidad y ética de la convicción. Quizás pueda resolverse en el plano individual.

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