TREINTA y dos años después de la Exposición Universal, la Isla de la Cartuja sigue siendo un laboratorio urbano inacabado. Concebida como un espacio de innovación, integración paisajística y proyección internacional, su desarrollo posterior ha estado marcado por la sobreocupación del suelo, la saturación de tráfico y la pérdida de calidad ambiental. En este contexto, el futuro del Canal de la Exposición, uno de los últimos vestigios del diseño paisajístico original, se convierte en un asunto estratégico. La propuesta de destinarlo, junto con su entorno inmediato, a nuevas construcciones, aunque sean de uso terciario, agravaría problemas ya críticos: incremento de la movilidad motorizada, mayor impermeabilización del suelo, reducción de la biodiversidad y empeoramiento del confort climático. El canal, situado en un eje estructurante este-oeste, podría desempeñar un papel clave como corredor verde-azul que contribuya a la resiliencia climática y la cohesión social del distrito.
El Canal de los Descubrimientos es parte de este diseño original que combinaba las láminas de agua ideadas por Emilio Ambasz con el trazado ortogonal de Fernández Ordóñez. Conectaba el Lago de España con el río Guadalquivir y se convirtió en una de las imágenes icónicas de la muestra universal, quedando fijada en la memoria colectiva de la ciudadanía. Su trazado y ejecución representaron un ejemplo sobresaliente de ingeniería hidráulica aplicada al urbanismo contemporáneo, integrando criterios paisajísticos, funcionales y simbólicos. Fue, además, pieza determinante en la configuración de edificios de gran valor arquitectónico que se encuentran en sus inmediaciones, como el Pabellón Plaza del Futuro o el Auditorio, obras de prestigiosos arquitectos como MBM-Peter Rice y Eleuterio Población, respectivamente.
La Cartuja presenta una ocupación edificatoria prácticamente completa, con una alta concentración de sedes universitarias, centros tecnológicos, oficinas y equipamientos, en un viario insuficiente y congestionado. La escasez de arbolado y zonas verdes contrasta con las necesidades crecientes de espacios de esparcimiento, regulación térmica y mejora de la calidad del aire. El canal, hoy infrautilizado y deteriorado, mantiene un potencial estratégico como infraestructura ambiental capaz de conectar el Parque del Alamillo con el Guadalquivir y de ofrecer un paisaje de convivencia entre naturaleza y ciudad.
La experiencia internacional demuestra que la recuperación de infraestructuras verdes y azules en contextos densos aporta beneficios medibles. Madrid Río transformó radicalmente la relación de la ciudad con el Manzanares; París convirtió las riberas del Sena en espacios peatonales y de ocio; Nueva York rehabilitó una vía férrea elevada en el High Line, y Singapur ha hecho de la integración de la naturaleza su seña de identidad urbana. Sevilla no necesita inventar la fórmula, sino aplicar estas lecciones a un espacio que aún está a tiempo de evitar su definitiva saturación.
En lugar de destinar el canal a más edificación, se debería promover un plan integral que incorpore huertos urbanos, arboledas de especies autóctonas y frutales, zonas de estancia y senderos peatonales y ciclistas, así como actividades de educación ambiental, navegación ligera y programas culturales vinculados a la ciencia y la sostenibilidad. Esta alternativa reforzaría el valor patrimonial del canal como elemento singular de la Expo 92 y mejoraría la salud urbana, reduciendo la temperatura, filtrando contaminantes y facilitando la movilidad no motorizada.
Blindar urbanísticamente el canal y su entorno como espacio no edificable, redactar un plan director de infraestructuras verdes-azules que lo integre en la red metropolitana y abrir su gestión a la participación ciudadana son medidas imprescindibles para alinearlo con la Agenda Urbana 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El destino del canal no es un asunto menor: definirá si la Cartuja continúa en la senda de la saturación o avanza hacia un modelo urbano resiliente, saludable y competitivo en clave sostenible. Mantenerlo como eje verde-azul es apostar por un activo estratégico para Sevilla, capaz de conjugar memoria, paisaje y futuro.