En estas fechas, solemos felicitarnos por la llegada de la Navidad y el tránsito de un año a otro.
Ya soy abuelo. Nuestra hija Rita y mi yerno Guillermo han traído a la vida a una hermosa niña para que seamos felices esta Navidad. Luz, que así la llamaremos, nos ha enternecido a padres y abuelos. La ternura nos remueve sentimientos y emociones guardados en las entretelas del corazón, y una sensación de felicidad nos embarga cuando sostenemos a la criatura en nuestros brazos.
Nos acercamos a la Navidad y no todo es felicidad, para muchos es un calvario. Las ciudades y los pueblos compiten, irresponsablemente, en contaminación y despilfarro lumínico y montan belenes o nacimientos, recordándonos la tradición de la Navidad. Visitamos los belenes y nos fijamos en las figuras de terracota. Estoy contento porque mi nieta haya nacido en España y en Europa, pero pienso en el éxodo de miles de mujeres buscando un lugar cálido donde poder dar a luz a su bebé en paz. Veo rostros afligidos de niños, mujeres y hombres que huyen de la guerra, de la violencia y del hambre en Sudán, y se desplazan hacia el Chad. Según Acnur, desde que estalló el conflicto bélico en 2023, 12 millones de personas han emigrado hacia Chad. Antes de que acabe 2025, 1,4 millones de refugiados sudaneses lucharán por sobrevivir. Organizaciones humanitarias como Acnur, Unrwa, Amnistía Internacional, Médicos Sin Fronteras, Médicos del Mundo, Save the Children, Cruz Roja, Media Luna Roja y otras nos demandan ayuda para socorrer y salvar vidas, en Sudán y Chad, pero también en Gaza, donde el genocidio llevado a cabo por Israel desde el 27 de octubre de 2023 ha causado más de 70.000 muertos, 171.000 heridos y 1.900.000 desplazados, que desde el acuerdo de paz tratan de volver a sus hogares destruidos, y sufren los rigores del invierno en tiendas de campaña. En Ucrania, desde la invasión rusa el 24 de febrero de 2022, han muerto centenares de miles de personas, entre rusos y ucranianos en los frentes de combate, y miles de muertos civiles en pueblos y ciudades. Este crudo invierno será un horror para civiles y combatientes, en Ucrania y en otras partes del mundo.
En el belén, veo casas con luz, y pienso en la gente que en estas frías noches duermen al relente entre mantas y cartones en el cuarto mundo de las ciudades, donde vemos a muchas personas pidiendo, mendigando, haciendo cola para comer en centros de caridad, y sin un techo que les pueda cobijar. Leo que en España, 6,6 millones de mujeres y 5,9 millones de hombres viven en riesgo de pobreza o exclusión social. ¡Qué Navidad les espera! Y en el belén, veo el nacimiento, y agricultores, ganaderos, panaderos, un porquero con los cerdos, pastores en torno al fuego; y en el castillo, veo al rey y al gobernador y a todos los funcionarios palaciegos, entre los cuales hay hombres que acosan y abusan de mujeres y mancebos, sin el consentimiento de aquellos, y pienso en los casos recientes de supuestos acosadores machistas en el seno del PSOE; y en los supuestos casos de corrupción de Ábalos, Koldo, Santos Cerdán, Leire Díez, Vicente Fernández, y otros, relacionados con el PSOE, y siento vergüenza y tristeza, como también en los casos de corrupción y malversación en el PP, como el reciente de la Diputación de Almería. Y pienso en las 45 mujeres asesinadas en España este año, y en las más de 1.340 mujeres asesinadas desde 2003, y me indigna ver cómo Vox, y parte del PP, niegan la violencia machista y dejan a las mujeres desamparadas. Y veo que en la COP30 de Brasil no se ha avanzado apenas ante la evidencia del Cambio Climático, y sufro pensando que mi nieta y los nacidos ahora, lo pasarán mal a finales de este siglo. Y creo, por lo expuesto, que para muchos esta Navidad no será feliz, más bien será triste y amarga, y estarán deseando que pase de largo. A unos y a otras, bienaventurados o no, mi solidaridad en esta Navidad y un esperanzador 2026.