Tribuna

Pablo Antonio Fernández Sánchez

Los nuevos retos de la UE tras las elecciones

El autor sostiene que las tareas principales del próximo Parlamento van a ser de vital importancia para los nuevos desafíos a los que se enfrenta el mundo y Europa en particular

Un elector se dispone a votar en un centro de La Haya.
Un elector se dispone a votar en un centro de La Haya. / Robin Utrecht (Efe)

07 de junio 2024 - 06:00

LA UE convocó elecciones entre el día 6 y 9 de junio de 2024, en todo el territorio de la Unión, en la que los ciudadanos europeos pudieran elegir a los 720 eurodiputados que conformarán el nuevo Parlamento Europeo. España elegirá a 61 diputados entre 34 alternativas diferentes.

Las tareas principales de este próximo Parlamento van a ser de vital importancia para los nuevos desafíos a los que se enfrenta el mundo global y Europa en particular: la elaboración de las normas europeas, junto con el Consejo, la aprobación del presupuesto, la defensa de los valores de la Unión Europea y el nombramiento de la Comisión Europea.

Cuando se habla del futuro de Europa resulta recurrente pensar en las reformas necesarias de las instituciones de la Unión Europea para afrontar los nuevos retos a los que tenemos que dar respuestas.

Sin embargo, Europa es algo más que la mismísima Unión Europea, tal como hoy día la concebimos.

No se trata de pensar que Europa es geográficamente más extensa que la propia Unión Europea porque, tras la última ampliación de 2013, para incorporar a Croacia, la Unión Europea coincidirá básicamente con la geografía política de Europa dado que Rusia tiene y tendrá un proyecto propio, diferente del de la Unión Europea.

Cuando digo que Europa es algo más es porque el proyecto de la Unión Europea debe ser algo más que reformas institucionales o que reparto de votos o cuotas, siendo estos elementos de vital importancia también.

El futuro de Europa debe estar planificado en el plano interno y en el plano externo.

En el plano interno buscando un equilibrio, de singular dificultad, entre la dimensión política y la dimensión ciudadana. La dimensión política debe responder a los intereses de las entidades políticas superiores, sean Estados, regiones u otras comunidades, pero sin que ello suponga erosión o fragilidad de la soberanía de los Estados, unidades políticas por antonomasia para un orden centrípeto y no centrífugo.

La dimensión ciudadana se centra en los intereses superiores del ser humano que disfrute de la jurisdicción europea y en la participación democrática de la ciudadanía en la construcción del proyecto europeo.

El método actual de elaboración de los Tratados sustrae a la ciudadanía de un precioso derecho que es el de participación en el proceso político de elaboración de una Unión Europea que vaya más allá de una simple organización internacional.

Respecto al plano externo (por tanto, ad extra) hay varias cuestiones esenciales que deben ser abordadas para que el futuro de Europa tenga credibilidad: la armonización de la política exterior y la autonomía en materia de seguridad y defensa común.

En materia de política exterior, comprendo las distintas sensibilidades que ofrece y, por tanto, comprendo las dificultades a las que la propia Unión Europea se enfrenta. Es verdad que Estados tan diferentes en cuanto a política exterior se refiere necesitan plantear la política exterior europea desde sus propias posiciones. Sin embargo, es hora ya de establecer mecanismos de decisión y de control que no se sustraigan a la estrategia general que pueda marcar el futuro de la UE.

Estamos hablando de problemas importantísimos como los nuevos movimientos migratorios, los desplazamientos geoestratégicos derivados de las nuevas fuerzas emergentes de Asia, de los desplazamientos medioambientales, del cambio climático, del control de la energía, de la mundialización del comercio, de los nuevos aprovechamientos del mar, de la precariedad de las viejas reglas para afrontar los nuevos desafíos, de la inteligencia artificial.

Para ello se debe abordar un procedimiento en la toma de decisiones que sea coherente con todo el procedimiento de la UE y establecer unos mecanismos de control que permitan a los distintos Estados y a los ciudadanos en general reclamar su cumplimiento.

Soy plenamente consciente de las dificultades de abordar este tema pero soy más consciente de las que acarrearían no abordarlas. Se haría necesario diseñar, junto a los principios y orientaciones generales de la Política Exterior Común de la Unión Europea y las estrategias comunes, un procedimiento por el que la toma de decisiones en las acciones y posiciones comunes tenga un marcado carácter “comunitario”.

Respecto a la seguridad y defensa común en Europa, el futuro pasa por no prejuzgar la labor de la OTAN que de momento debe seguir siendo prioritaria en la gestión de la crisis, por lo que ninguna propuesta debería afectar al Tratado de Washington. Sin embargo, hay que destinar muchos más recursos a la investigación, más puestas en común de instrumentos militares, y más estrategias de seguridad que otorguen autonomía a las decisiones propias para los intereses de la UE. Hay, pues, que elegir bien.

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