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Tribuna

Federico Relimpio Astolfi

Médico. Observatorio de la Sanidad del Colegio de Médicos de Sevilla

Nuestra paciencia se agota

Se acabó el tabú de hablar de dinero en medicina. Porque, si no hablamos, lo hará la oferta del extranjero. En una década han emigrado 18.000 profesionales

Nuestra paciencia se agota Nuestra paciencia se agota

Nuestra paciencia se agota / rosell

Si uno comienza el artículo hablando de "fuga de médicos" o de "Sistema de Salud en riesgo", se arriesga a ser ignorado. "Ya estás con lo de siempre Relimpio", dirá más de uno. Y no le faltará razón: llevo con esta milonga desde que entré en redes sociales, y mucho antes, con artículos periodísticos. Quince años en el desierto, bajo la sonrisa condescendiente de cierta corrección política.

Es por esa razón que la portada del 17 de octubre del diario nacional de mayor tirada e influencia del país me deja un regusto agridulce. Dulce solo por venir a reconocer las verdades que tantos hemos señalado una y otra vez. Agrio, por haber tardado una eternidad; más de una década. Y amargo, porque se advierte del riesgo de implosión de un Sistema de Salud cuya eficiencia era asumida, y por tanto descuidada por los gobiernos de tirios y troyanos.

Pero, vamos a lo práctico: independientemente de la negligencia manifiesta de la clase política de este país, la situación es muy grave y exige la adopción de un nuevo contrato social para el ejercicio de la medicina en el Sistema Nacional de Salud de este país.

Cualquier punto de partida serio y realista prescindirá de chantajes emocionales, para centrarse en la provisión del acceso efectivo del ciudadano al conocimiento aplicado a su salud (o la falta de ella). Ello implica reconocer que el profesional de la medicina adquiere sus competencias tras una larguísima formación y superar muchísimos filtros. La globalización y la integración europea han puesto de manifiesto lo que nuestras administraciones tozudamente han negado: que tenemos excelentes profesionales, y que muchos países, allende nuestras fronteras, están más que dispuestos a contratarlos. Y a retenerlos. Y para eso ofrecen jugosas remuneraciones que duplican o triplican las ofrecidas aquí.

Se acabó, por tanto, el tabú de hablar de dinero en medicina. Porque, si no hablamos, lo hará la oferta del extranjero, con el resultado que se mostraba en dicha portada: 18.000 profesionales emigrados en una década. En el mundo de hoy, ni siquiera Cuba es capaz de retenerlos a la fuerza.

Sobre el tapete, además, las condiciones laborales de la profesión. Hay que hablar mucho de conciliación, de sobrecarga o estrés en el trabajo, de agotamiento emocional, de la pertinencia (más bien impertinencia) de las guardias de 24 horas, de la estabilidad en el empleo, de la carrera profesional (de verdad) y de muchos otros asuntos, donde figura de modo destacado la evaluación del clima interno de centros y unidades, así como la idoneidad de cargos intermedios y la erradicación del acoso encubierto.

Discutir, por fin, el hundimiento de un sistema docente universitario ligado a la rigidez de la Aneca, que permita por fin el necesario acceso al profesorado de profesionales con un largo bagaje clínico e inquietud docente, a los que se vedó la Academia por falta de horas lectivas o de proyectos firmados.

Es penoso ver que la prensa de calado e influencia solo se hace eco del clamor profesional cuando el sistema hace aguas por todas partes. A los clínicos españoles solo nos queda lo de Cicerón: "¿hasta cuando, España, vas a abusar de nuestra paciencia?".

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