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Tribuna

Francisco Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

Sobre el uso político de las estadísticas

Los datos estadísticos se utilizan en el debate político con escaso rigor, confundiendo a la población y alentando visiones sectarias de la realidad

Sobre el uso político de las estadísticas Sobre el uso político de las estadísticas

Sobre el uso político de las estadísticas

En los debates económicos en los parlamentos oímos balances muy contrapuestos de la acción del gobierno. El representante gubernamental suele magnificar los éxitos alcanzados gracias a la acción gobierno (lo que en sí mismo es un exceso, porque lo que ocurre en la economía es consecuencia de múltiples circunstancias externas y actores locales), para lo que suelen apoyarse en múltiples datos estadísticos que lo avalan. Posteriormente un miembro de la oposición desgrana desastres económicos por culpa del gobierno, lo que también sostiene sobre la base de datos estadísticos. El resultado es que, si los parlamentarios son elocuentes, los datos están bien enfatizados y si no estamos muy inclinados hacia ningún partido pasamos de creer que estamos en el mejor de los mundos al peor.

Ante nuestra perplejidad, se nos ocurre pensar que alguno de los oradores está falseando los datos estadísticos, pero no suele ser lo más habitual (aunque he constatado muchos datos falsos expuestos sin pudor). La explicación de que sobre una misma realidad se utilicen datos estadísticos desiguales se encuentra fundamentalmente en su selección (de la multitud de datos estadísticos disponibles se espigan los que más convienen para el discurso), de su presentación (los mismos datos se pueden presentar en términos absolutos, relativizados con la población u otras variables, deflactados o en términos nominales, o referidos a distintos periodo de tiempo), procedentes de distintas fuentes estadísticas o combinados con encuestas o previsiones (en un discurso reciente sobre la economía andaluza se sustentaba el éxito del gobierno no en datos sobre lo que había ocurrido, sino en una previsión de crecimiento futuro superior a la media española según una entidad privada, aunque otras entidades preveían lo contrario).

Esta relatividad en el uso de las estadísticas viene a cuenta del revuelo político que ha causado la publicación de la Contabilidad Regional de España para el año 2021 del INE, según la cual el PIB per cápita de Andalucía era de 18.906 euros, alejado de la media española y casi la mitad que la comunidad más rica (Madrid). Pero lo llamativo no es la cuantía diferencial, sino que Andalucía, que viene ocupando el penúltimo lugar entre las comunidades españolas en PIB pc, pasaba por primera vez a la última posición, superada por Extremadura (tradicional farolillo rojo del ranking), e incluso por las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Esta estadística le ha sacado los colores a un gobierno regional que esgrime como legitimación económica el crecimiento diferencial de Andalucía con respecto a España desde el final de la larga etapa de gobiernos socialistas. Sin embargo, en la anterior legislatura el crecimiento del PIB pc andaluz fue inferior al de España en 2019 y 2021 (y previsiblemente lo habrá hecho en 2022), por lo que solo en 2020 (primer año de la pandemia), el PIB pc andaluz se contrajo menos que el nacional, pero ello por el menor peso de nuestra industria en el PIB, el mayor peso de la Administración Pública y, sobre todo, de la agricultura, sector que soportó mejor la pandemia y que fue un año de cosechas extraordinarias. Por tanto, bien haría el gobierno andaluz moderando su discurso de cambio radical desde que gobierna el PP, en el que magnifica no solo el crecimiento diferencial del PIB pc, sino también estadísticas tan volátiles y discutibles, como las de comercio exterior, en las que se exalta el crecimiento diferencial de las exportaciones, cuando la diferencia en el último año es muy reducida, favorecida por el aumento de los precios de los combustibles exportados (para lo que aumentaron notablemente las importaciones de petróleo), y su participación en las exportaciones totales españolas se han reducido desde 2018. O del número de autónomos, que se interpreta como un aumento de emprendedores, cuando en la mayoría de los casos es un aumento del autoempleo por la escasez de ofertas de empleo o empleos encubiertos en forma de autónomos.

Pero al igual que la divergencia en PIB per cápita debe inducir al gobierno a un discurso menos arrogante, también es necesario llamar a la moderación a los que desde la oposición utilizan esta estadística sin valorar sus componentes, porque la evolución del PIB per cápita depende de la evolución del PIB y de la población. Y en la evolución demográfica tenemos una parte de la explicación de la divergencia económica andaluza, pues mientras Andalucía aumentó la población entre 2018 y 2021 un 1,1%%, Extremadura la disminuyó en -1,2%, facilitándole un mayor PIB pc.

En consecuencia, exijamos a los políticos más rigor y precisión en el uso de las estadísticas económicas, y desconfiemos de las de a corto plazo para magnificar la gestión gubernamental.

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