el rastro de la fama | cristina heeren, mecenas

"La Expo 92 estropeó la mentalidad filosófica de los sevillanos"

  • Neoyorquina de cuna y española por vocación, fundó y preside la Fundación que lleva su nombre y que ha supuesto una auténtica revolución en los métodos de enseñanza del flamenco

-Neoyorquina de nacimiento. ¿Cómo se aficionó al flamenco?

-La verdad es que pasé muy poco tiempo en Nueva York; un poquito durante la II Guerra Mundial, esperando a que mi padre regresase del Pacífico, donde estaba luchando. Luego nos mudamos a Europa. En Nueva York, mi padre recibía clases de guitarra de Carlos Montoya. Era muy aficionado, le gustaba mucho el flamenco. Él fue el que me contagió la afición.

En Nueva York, mi padre recibía clases de guitarra de Carlos Montoya. Él fue quien me contagió la afición

-En París, sin embargo, se dedicó al cine.

-Viví allí en los años 60 y fui montadora de cine. Trabajé sobre todo con cortometrajes que se vendían a las televisiones internacionales. Eran los tiempos en los que el montaje era de verdad: cortar la película con una tijera, pegar, colgar en un clavito... Luego venía el director a ver qué versión le gustaba más... Ya no sabría hacerlo.

-Me consta que tiene una cierta devoción por Antonio el Bailarín, prueba de ellos son todos estos objetos del artista sevillano que adquirió en una subasta y que exhibe aquí en su Fundación.

-Antonio el Bailarín fue mi primer contacto importante con el flamenco. Mi padre me recogió en el internado donde yo estudiaba en Inglaterra y me llevó a verlo actuar en Londres. Me gustó mucho y después fuimos a conocerlo. Para una niña de 12 años aquello fue impresionante.

-A Sevilla llegó hace ya décadas...

-Primero viví en Granada, donde compré una finca en el 75 y me instalé en el 78. Me casé, tuve una hija y la crié allí. A Sevilla llegué en la segunda mitad de los 80. Debido a los festivales flamencos que se hacían en los pueblos me volví a aficionar al flamenco y conocí a Calixto Sánchez, con quien produje un disco. Fue así como entré en el mundo del flamenco.

-¿Cuándo decidió crear una fundación?

-Fue en el 92, grabando un disco con José de la Tomasa. Él había decidido que no quería grabar en España, porque pretendía sentirse más libre. Fuimos a Francia y un día, volviendo de la grabación, el guitarrista José Luis Postigo dijo que era una pena que no hubiese una escuela en la que los maestros fuesen gente conocida y con muchas tablas. Decidí entonces crear la Fundación con esa finalidad.

-¿Ha cambiado mucho esa Sevilla a la que usted llegó a mediados de los 80?

-Por una parte, la Expo 92 fue una pena, porque estropeó la mentalidad filosófica de los sevillanos. Antes, la gente estaba satisfecha con su cervecita, con esa vida social tan intensa que hay en los bares de Andalucía en general... Por lo menos yo lo veo así.

-¿Había un cierto senequismo andaluz que se ha perdido?

-Sí. Luego, de repente, con la Expo, muchos pensaron que aquella era su oportunidad de forrarse y no hacer nada más... Hubo gente que ganó mucho dinero con la Expo.

-¿Por qué decidió trasladar la sede de la Fundación del centro a Triana?

-Fue una casualidad, si es que estas existen. Cuando tuvimos que irnos de la calle Fabiola, yo quería otra casa en el centro y vi algunas antiguas que eran maravillosas. Sin embargo, no eran prácticas, porque todas tenía un patio precioso, pero las galerías que los rodeaban eran demasiado estrechas para poner aulas. Entonces entendí que lo que necesitaba era una casa fea... Y me propusieron ésta donde estamos que era un obrador de pastelería sin protección patrimonial y en la que se podía desarrollar el proyecto arquitectónico que queríamos.

-La salida de Fabiola fue un tanto apresurada...

-En principio teníamos una cesión del Ayuntamiento por 35 años, pero tras ocho de estar allí nos tuvimos que marchar de repente. El motivo fue que esa casa fue expropiada en su día para hacer un museo a un escultor [Pérez Comendador], algo que no se cumplió, por lo que los familiares pidieron y lograron la reversión. De repente nos encontramos en la calle, ya con bastantes alumnos y profesores. La gente del Parque del Alamillo se portó de maravilla y nos dejaron unas instalaciones que tenían en el Cortijo. Mientras, buscamos la sede provisional que tuvimos en La Palmera. Un día me desperté y me dije: "Tenemos que cambiar", y por eso estamos aquí.

-¿Qué es lo principal que aporta esta escuela?

-Creo que es el único sitio donde se han reunido las tres especialidades del flamenco: el cante, el baile y el toque. Aquí intentamos preparar profesionales y crear empleo.

-¿Y es cierto que nunca ha recibido subvenciones de la Administración pública?

-Nunca. Nos pagaron una pequeña indemnización cuando tuvimos que salir de la casa de Fabiola, pero que no tenía nada que ver con lo que habíamos gastado en rehabilitarla. La verdad es que aquello fue bastante injusto. Alguna vez hemos recibido ayudas puntuales para la salida de una compañía al extranjero... Pero nunca para la escuela.

-Usted es una mecenas, en la estela de la más auténtica tradición anglosajona. Aunque la situación ha mejorado, sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la sociedad española.

-Eso se debe, pienso, a que se ha creado una mentalidad socialista en la que todo lo tiene que dar el Gobierno. Eso hace que el sector privado no se involucre. Es muy difícil cambiar esa mentalidad, por mucho que se puedan desgravar impuestos. También entiendo el que las personas den con más facilidad dinero a una asociación contra el cáncer, que es un problema agudo, que a una escuela que se dedica al flamenco.

-Un día apareció en la fachada de esta casa una pintada: "El flamenco no se aprende". ¿Es cierta esta afirmación?

-Aquí en la escuela se aprende teoría y técnica de las tres especialidades del flamenco, pero no a ser artista. Es importante señalar que un artista que no adquiere técnicas se está autolimitando y le costará mucho más desarrollarse que el que sí lo hace.

-De esta escuela ya ha salido gente importante en el flamenco.

-Gente que ha ganado concursos importantes: la Bienal, la Unión... y que ahora está trabajando en compañías como el Ballet Nacional, el andaluz... Son muchos: Javier Rivera, Manuel Lombo, Sebastián Cruz, Jeromo Segura, Rocío Márquez, Laura Vital...

-También vienen muchos extranjeros. Desde el 96, fecha en la que empezó a funcionar la escuela, se han formado 6.000 alumnos de 50 países.

-Sí, se perfeccionan aquí y luego crean en sus países sus pequeñas compañías y escuelas...

-¿Muchos japoneses?

-Al principio muchos más. Ahora hay tanta gente competente en Japón que ya tienen menos necesidad de venir aquí. También vienen coreanos y, de vez en cuando, algún chino. En general, hay muchos alumnos de Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia...

-¿Y, obviando Japón, cuál es el país que mejor entiende el flamenco?

-Los franceses son bastante aficionados, aunque tengan una idea un tanto distorsionada. No deja de ser curioso que haya sido Holanda el país donde se haya creado el primer conservatorio de flamenco.

-¿Antes que en España?

-Sí, en Rotterdam. Qué le vamos a hacer.

-En una entrevista usted dijo que le gustaría que de esta escuela surgiese algún día La Niña de los Peines de Oklahoma...

-Quizás de Oklahoma no, pero ya han salido algunos alumnos extranjeros muy brillantes. Ahora mismo tenemos una alumna japonesa de guitarra que es francamente extraordinaria: Yuna Akutsu, que llegó con 16 años y ya tiene 19.

-¿En Andalucía se le da la suficiente importancia al flamenco?

-Lo que hace falta es reglar la enseñanza del flamenco. Es un vacío que nadie parece dispuesto a solucionar. Mantengo la esperanza de que algún día se pueda hacer. Me gustaría que mis alumnos saliesen con un título oficial.

-¿Y tiene conversaciones con la Junta al respecto?

-Estamos trabajando en varías líneas, también en el extranjero.

-¿Una titulación flamenca por una universidad extranjera, por ejemplo?

-Sí, como hacen muchas escuelas de negocios. Creo que tendremos que hacer lo mismo.

-Antes hablamos de Antonio el Bailarín, ¿alguna referencia más en el mundo del flamenco?

-Pilar López, Antonio Mairena, al que tuve la suerte de poder ver... Me gustan tantos...

-¿Y en la famosa pugna puristas versus modernos, dónde se sitúa?

-Soy más purista, porque creo que el flamenco tiene una enorme personalidad, pero al mismo tiempo es muy frágil. Hay que tener mucho cuidado al introducir cosas nuevas. En el equipo que creó esta escuela todos estábamos de acuerdo en que había que enseñar un flamenco muy clásico, muy ortodoxo. Luego, el que quiera hacer cambios que los haga... No pasa nada. Lo interesante del flamenco es que es rígido, pero deja espacio para la creatividad.

-¿Se siente reconocida por su labor en Andalucía?

-Sí. El miércoles recogí la medalla de Sevilla y el Gobierno me concedió la Orden de Alfonso X el Sabio. Pero quiero dejar claro que yo sola no hubiese podido hacer nada de esto sin la ayuda de un magnífico equipo.

-Antes de la entrevista he estado visitando el teatro que tiene la escuela, al que quieren dotar con una programación permanente.

-Sí, en septiembre queremos abrirlo casi todos los días al público. Intentaremos hacer cosas diferentes a las de los demás tablaos, traer de vez en cuando a alguien más conocido... Pretendemos que la gente vea algo un poco más original.

-¿Y la programación estará dirigida a los turistas o a los sevillanos?

-Me da igual. Aquí no hay mucha tradición de sevillanos que vayan a los tablaos. En Madrid, cuando yo estudiaba, no íbamos después de cenar a las discotecas, sino a los tablaos. Es gracioso, porque cuando un sevillano no tiene más remedio que llevar a una visita a un tablao se queda sorprendido del trabajo que se hace en estos lugares.

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