Gonzalo Díaz-Recasens | Arquitecto

“Sevilla es una sociedad poco exigente con su arquitectura”

  • Pertenece a esa generación intermedia de arquitectos sevillanos que ha hecho de la reflexión sobre el espacio público uno de los pilares de su actividad profesional y personal

Gonzalo Díaz-Recasens, en su estudio.

Gonzalo Díaz-Recasens, en su estudio. / José Ángel García

Gonzalo y Carlos Díaz-Recasens pertenecen a esa generación intermedia de arquitectos sevillanos que han hecho de la ciudad, el espacio público y el patrimonio sus principales preocupaciones. En el caso de Gonzalo (Sevilla, 1975), profesor de la ETSA y miembro junto a Carlos del estudio 2DRarquitectos, fue durante sus estudios en Berlín cuando se dio cuenta de la importancia de participar en los movimientos ciudadanos que buscan la mejora del entorno, como la Red Sevilla por el Clima, a la que pertenece. Estamos ante un arquitecto alejado del modelo del técnico al servicio de la construcción, pero también del radicalismo verborreico que todo lo paraliza y poco aporta. Sólo hace falta hablar un rato con él para darnos cuenta de que es hombre de amplia formación y sentido común. Su currículum es amplio. Ha pasado por universidades como la de Sevilla, la Politécnica de Madrid o la Künste (Berlín) y firmado numerosas publicaciones. Fue uno de los principales miembros del Proyecto de Investigación ‘La ciudad peatonal’, que recibió un premio en la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo. La entrevista se produce el día 1 de la fase 1, con mascarillas (excepto en el momento de las fotos) y a la sombra de una hermosa jacaranda en flor. Son los nuevos tiempos que corren.

–Se llama igual que su padre, un arquitecto de reconocido prestigio que también ha pasado por estas páginas. Como se suele decir, un honor y una responsabilidad, ¿no?

–Efectivamente. Siempre supone un poco más de responsabilidad en mi trabajo de arquitecto. De él aprendí mucho durante los largos desayunos de los fines de semana, cuando aún no estaba ni en la Escuela, y nos hablaba de cuestiones tan variadas como, por ejemplo, la formación de la ciudad de Zafra, siempre usando el dibujo como elemento fundamental en la explicación.

–Eso es muy de los arquitectos: hablar dibujando.

–Es algo que se mama desde el principio.

–¿Sus primeros trabajos serios en proyectos fueron con él?

–Como estudiante, sí. Participé, junto a mi hermano Carlos, en proyectos como la remodelación del Club Pineda o del castillo de Reina –en la provincia de Badajoz–.

–El de Pineda fue un proyecto muy novedoso, una intervención a fondo en un club social y deportivo ya muy asentado. ¿Lo más destacado?

–La opción de enterrar gran parte de las instalaciones, incluso la piscina deportiva. Se usó algo muy novedoso en ese momento, una gran cubierta vegetal, algo que mi padre ya había ensayado en el Auditorio de Almendralejo. Desde entonces, siempre que podemos usamos este sistema.

–¿Pero su primer gran proyecto ya emancipado?

–Con el estudio que montamos Carlos, Verónica Llamas y yo. Fue la intervención en el Recreo de Castilla, en Priego de Córdoba. Para nosotros significó una sorpresa ganar el concurso, nada más acabar la carrera en 2003, porque era un jurado de primerísimo nivel, con López Cotelo, Pepe Morales, Elías Torres…

–Una intervención en un jardín histórico… Antes habló de cubiertas vegetales. La naturaleza tiene importancia en vuestra arquitectura.

–Sí, siempre está presente, pero digamos que tenemos dos campos de especialización: el patrimonio histórico y el espacio público.

Debido al coronavirus, habrá que restarle espacio al tráfico rodado para dárselo a los peatones

–¿Y cómo afectará el coronavirus al espacio público?

–Dependerá de las decisiones que tomemos. Es evidente que estamos ante una nueva situación y que las infraestructuras que tenemos no le dan una respuesta adecuada. Eso se ve muy claro, por ejemplo, con las aceras. Sanidad dice que tenemos que separarnos dos metros… ¿Se puede hacer eso en gran parte del viario sevillano? Habrá que restarle espacio al tráfico rodado para dárselo a los peatones. A tiempos nuevos, respuestas nuevas.

–Además, hay presiones para dar otra vez barra libre a los veladores, lo que disminuirá más el espacio franco de las aceras.

–El exceso de veladores es un problema porque cancela el uso real del espacio público. Entre los aparcamientos de bicicletas, los quioscos, las papeleras, los contenedores, los alcorques vacíos o no, los bancos… Al final hay poco espacio para el paso de peatones… Todo esto hay que tenerlo en cuenta a la hora diseñar la ciudad.

–Hacer la ciudad más habitable.

–Habría que intentar aprovechar esta crisis para hacer la ciudad más cómoda y fácil de habitar, lo cual redundará en nuestra calidad de vida y la de los que nos visitan. Esto es posible, porque conozco ciudades en las que el espacio público es tan agradable que se te olvida ir a los museos. Viena es un ejemplo.

–¿Viena?

–Sí, es una capital muy equilibrada, con espacios verdes muy bien distribuidos. Porque una ciudad puede tener 14 metros cuadrados de zonas verdes por habitante, lo cual está muy bien, pero ¿cómo están distribuidos esos metros?

–Pisemos el terreno. Dígame un barrio de Sevilla destacable.

-Carlos y yo siempre ponemos de ejemplo El Porvenir, una ciudad jardín pero con densidad de población, sin desaprovechar inútilmente el espacio. Además, sus edificios suelen tener espacio colchón.

–¿Espacio colchón?

–Sí, son esas transiciones ajardinadas entre la calle y el edificio que se ve mucho en barrios de Londres y Nueva York. Es decir, la calle no llega a la casa.

–Eso lo agradece mucho el peatón. Hace más agradable el caminar.

-Es bueno para todo: para los arboles del viario público, para la calidad del aire, para las propias casas…

–Una de las cosas que ha demostrado el confinamiento es la baja calidad de la vivienda privada en España.

–En gran parte esto se debe a dos razones: la especulación del suelo y un exceso de normativa, muchas veces redactada por colectivos ajenos a la arquitectura.

–¿Es posible hacer una vivienda amplia y con una cierta calidad a un precio módico, garantizando también el lógico y deseable beneficio del promotor?

–Sí es posible, pero habría que obligar a los promotores a tener el título de filósofo. Hay que hacer proyectos con otra mentalidad. La única meta no debe ser sólo ganar dinero. Aparte está el problema del comprador, que no ha exigido a los promotores un mínimo de calidad.

Hay que aprovechar esta crisis para hacer una ciudad más cómoda y fácil de habitar

–Después está la cuestión estética. La vivienda privada moderna en Sevilla es, por lo general y con las conocidas excepciones, bastante fea. Es como si limitásemos las exigencias al casco histórico.

–Sevilla es una sociedad poco exigente con su arquitectura. En general no es exigente con casi nada… Ni con su espacio público ni con su patrimonio.

–Hay un gran desequilibrio, insisto, entre una gran arquitectura institucional, a veces un tanto inflada y retórica, y una arquitectura doméstica mediocre.

–Y eso que hay buenos ejemplos, como Plaza de Cuba, cuyos pisos están perfectamente cortados; la Estrella, que es un maravilloso ejercicio de libertad; los pisos de la Huerta del Rey, de Manuel Trillo…

–Pero a veces hay enormes faltas de respeto con los proyectos antiguos. Ahí está Plaza de Cuba, la última intervención desvirtuó este gran espacio, aunque siga manteniendo parte de sus valores.

–Por ponernos optimistas, hay que destacar que el público en general cada vez está más interesado por las cuestiones relacionadas con estos asuntos, como lo demuestra la Semana de la Arquitectura que organiza anualmente el COAS. Es un ejercicio sanísimo. Yo participé este año y me quedé sorprendido de la cantidad de vecinos que acudieron.

–¿Los árboles deben ser una prioridad?

–Para mí, sí. Ahora vivo en Tablada, un barrio lleno de ellos. Lo valoro más que tener otras cosas.

–Tablada, un buen proyecto urbanístico. Llama la atención que un país donde se ha respetado tan poco el urbanismo fuese en tiempos pasados un auténtico adelantado en esta materia, como se puede ver en algunas ciudades americanas.

–Me interesa mucho esa herencia cultural. Por ejemplo, el plano de la ciudad de Filadelfia está basado en la cuadrícula de la urbe colonial española. Y lo increíble es que ésta sirve de modelo a Chicago, Nueva York…

–Estamos muy cerca de la Palmera, una avenida con personalidad, pero cada vez más agredida..

–Sí, podemos hablar de una degradación de la Palmera como espacio público y como concepto. Puede ser cierto que la Palmera responda a un concepto anacrónico de la ciudad, con sus grandes villas y todo eso, pero es uno de los pocos ejemplos de un auténtico ensanche en Sevilla. Es muy importante, por ejemplo, que se respeten sus jardines y sus espacios colchón…

–Han existido algunas intervenciones que incluso los han pavimentado o han cambiado las flores de verdad por otras de ¡plástico!…

–Hay un gran desconocimiento sobre estas cosas. Como nos enseñó Valeriano Ruiz Hernández, uno de los autores de las pérgolas de la Expo, los pequeños jardines son muy importantes para Sevilla, porque sumados sirven para corregir los problemas de calor que padecemos. No se trata sólo de tener grandes parques, sino también de conservar estos pequeños espacios ajardinados como los de la Palmera. La hoja de un árbol siempre está a 28 grados, hagas lo que hagas… No es lo mismo la sombra de un ficus o un laurel de indias, que se mantiene a esa temperatura, que un toldito que se calienta mucho y se mantiene así durante horas.

–Usted pertenece a la Red Sevilla por el Clima. ¿Cómo se está portando el Ayuntamiento en este asunto?

–Más que pegas por lo que haya hecho, lo que se echa de menos es un poco de iniciativa. Pero, en general, no podemos decir que lo haya hecho muy mal.

–También ha trabajado en el conocimiento de los antiguos caminos históricos de Sevilla, esos que comunicaban la ciudad con sus afueras y que hoy están prácticamente desaparecidos.

–Volvemos a lo mismo. La culpa no la tienen los políticos, sino el que somos una sociedad muy poco exigente. Es fundamental que a todos los niveles nos involucremos un poco más, que subamos un punto nuestro nivel de exigencia. Hay que tener en cuenta que Sevilla no sólo es el centro, sino también el extrarradio. Antiguamente había mucha gente que iba desde Triana al Aljarafe andando o con sus burros…

–Ahora se ha recuperado esa conexión con un carril bici.

–Después de 25 años de lucha de muchos colectivos. Un esfuerzo tremendo para simplemente poder pasar…

–El trazado de la SE-30 no tuvo en cuenta cosas importantes…

–Muchas veces da la sensación de que no se entiende el territorio en el que se está haciendo la ciudad, que se plantan infraestructuras sin atender a muchas cosas: la cornisa del Aljarafe, un río que se expande y contrae, los Alcores... El territorio hay que comprenderlo.

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