José María Font | Abogado y tintinólogo

“Tintín podría haber sido carlista”

  • Este letrado de la vieja escuela, campeón de remo, ex hermano mayor del Santo Entierro y teniente reservista del Ejército de Tierra, es un auténtico experto en las aventuras de Tintín

José María Font, en su despacho.

José María Font, en su despacho. / José Ángel García

José María Font puede pasar por un señor normal y corriente. De esos que van correctamente vestido y no se meten en más jaleos que los estrictamente necesarios. Sin embargo, su biografía demuestra que es un personaje inquieto. Educado, como tantos vecinos de los Remedios, en el Colegio de los Sagrados Corazones (Padres Blancos), por aquellos años practicó el remo con el Club Náutico y ganó en 1973 el campeonato de España absoluto en la disciplina de outrigger a dos, en el lago de Bañolas. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, se ha dedicado profesionalmente a la abogacía, actividad que todavía ejerce en el despacho Serrano. Cofrade de pro, fue hermano mayor del Santo Entierro durante más de una década y presume de haber visto tumbarse al rey Felipe VI para besar los pies del Cristo Yacente. Carlista irreductible, Font también es un experto en Tintín, personaje sobre el que dio una conferencia el pasado jueves en el Colegio de Notarios. Fue reservista como Teniente del Ejército de Tierra, en Sevilla y Tenerife. Al final de la conversación descubrimos que teníamos un amigo en común: José Manuel Sánchez del Águila. A él van dedicadas estas líneas.

–Usted hizo sus pinitos en periodismo.

–Escribí durante once años una columna que se llamaba El Avangelio. Pero, aunque era un hombre correcto que no me solía meter con la gente, decidí dejarla cuando fui hermano mayor del Santo Entierro. Sólo tuve dos protestas por mis escritos, la primera porque me metí con los dueños de los perros: el peor amigo del hombre es el dueño del mejor amigo del hombre. Eso sentó mal.

–¿Y la otra?

–Por un artículo sobre un cabo de la Armada que se fue unos días de permiso y volvió caba, se había hecho mujer. Eran otros tiempos. Me fichó Fernando Orgambides, con el que tenía trato en tertulias informales en el bar Iscariote, debajo de los naranjos de la Plaza del Museo. Ese bar lo abrimos más de 114 los socios.

–Una cifra un tanto elevada.

–Cuando el bar se llamaba el Museíto fuimos muchos los que pasamos noches y noches en él. Todavía éramos solteros. Mucho tiempo después, un día vimos que el local tenía puesto el letrero de se alquila. Decidimos reabrirlo, se corrió la voz y... No nos dejaba un duro, como es lógico.

–Volvamos a sus artículos.

Tuve que dejar de escribir porque si era hermano mayor no iba poder largar de los sevillistas y otras cosas que no son propias del cargo.

–Ser Hermano mayor del Santo Entierro tiene su importancia.

–Ser hermano mayor de cualquier cofradía que entre en la Campana siempre es mucho, pero es verdad que serlo del Santo Entierro es algo peculiar. La gente no sabe que hay sitios o instancias donde entra el hermano mayor del Santo Entierro y no el de la Macarena o el Gran Poder. Por ejemplo, en la Casa Real. Yo he visto al Rey tumbarse para besarle los pies al Cristo Yacente. El hermano mayor del Santo Entierro tiene mucho protocolo: el de la Casa Real, el de Defensa y el del Ayuntamiento. En nuestra hermandad han salido Carlos III, Alfonso XII, Alfonso XIII, Franco...

Los Santo Entierro largos destrozan a las otras hermandades que salen el Sábado Santo

–¿Franco?

–Sí, con doña Carmen en los palcos. Fue del Laredo al arquillo del Ayuntamiento.

–Tampoco fue mucho.

–Menos hizo Juan Carlos I, que nunca salió.

–¿Qué opina de ese Santo Entierro Grande que se está organizando?

–El Santo Entierro largo destroza a las otras hermandades que salen el Sábado Santo. Yo le llamo Santo Entierro Largo, porque grande lo es todos los años gracias al portento de las imágenes de Juan de Mesa. Se lo dije a Felipe VI: “Majestad, bésele los pies a ese portento de Juan de Mesa y Velasco, porque no es una reproducción cualquiera del Señor, sino una reproducción excelsa del Señor. Y el Rey se tiró para besarlos. En resumen, no soy partidario de los Santo Entierro largos.

–Usted es una caja de sorpresas. En 1973 ganó el campeonato de España absoluto en la disciplina de outrigger a dos en el lago de Bañolas.

–El remo es un deporte muy sevillano. Remeros fueron Felipe González y Josele el de los Payos. Este era una mula, fue campeón de España, nunca se pelee con él. En el club de remo de la OJE, que estaba en lo que luego fue comisaría de la calle Betis, había remeros buenísimos. El mundo del remo estaba lleno de gente divertida, con una conversación muy curiosa. Yo remaba en el Club Naútico, pero me retiré cuando empecé a estudiar Derecho.

–Me han dicho que usted es carlista.

–Sí, soy carlista.

–No es una opción muy común hoy en día.

–La gente confunde el carlismo con un partido ultraconservador y no tiene nada que ver. En el carlismo hay cosas que podrían ser consideradas de derechas y otras de izquierdas. Es difícil definirlo, porque no tiene nada que ver con los parámetros impuestos desde la Revolución Francesa a la actualidad. El carlismo tiene un avalista que es la religión católica. La doctrina de la Iglesia influye mucho en su ideario, pero no tenemos nada que ver con la democracia cristiana.

–Ahora se ven muchas banderas con la cruz de San Andrés. Vuelve a estar de moda, pero quizás ya no como bandera carlista.

–Esa fue la bandera de España hasta que Carlos III adoptó la rojigualda. Fue la bandera de nuestros tercios. Es un símbolo supracarlista en el sentido de que está por encima del carlismo. Eso sí, es innegable que en las guerras carlistas y, sobre todo, en la del 36, era la que llevaban los tercios del requeté.

–A muchos le sorprende que Sevilla, en Andalucía, siempre fuese una ciudad con una tradición carlista muy arraigada.

–Ahí están familias como los Barrau, los Fal, los Onrrubia, los Garzón, los Díaz, los González de Quevedo... Ahora hay mucha gente nueva.

El remo es un deporte muy sevillano. Lo practicaron Felipe González y Josele el de los Payos

–El gran día de los carlistas sevillanos era el Quintillo.

–Sigue siéndolo. Siempre se ha dicho que los actos carlistas son romerías camufladas, porque siempre hay una virgen o un santo, un discurso y, después, las tortillas y el chorizo... Pues benditas sean todas estas cosas.

–¿Pero usted niega la legitimidad de Felipe VI?

–Ese debate no es correcto plantearlo así. Eso fue en el siglo XIX y fue la causa de tres guerras civiles. El carlismo ya no es un partido dinástico cuyo fin sea quitar o poner un rey. Pero sí es cierto que la legitimación de sangre es un atributo esencial en los principios de cualquier monarquía. En cualquier caso, el problema no es el régimen, sino el sistema.

–Dejemos el carlismo y pasemos a Tintín. Usted se define como tintinólogo, que no tintinófilo. Aclare la diferencia.

–Tintinófilo es el aficionado un poco friqui que colecciona objetos y todo aquello que tiene que ver con el pesonaje. Pero yo soy tintinólogo, que es una persona que investiga, elucubra y saca conclusiones sobre qué es lo que hay de verdad detrás del texto de Hergé. Nos hacemos preguntas como si Hergé era un ultraderechista o un partidario de los derechos humanos; si Borduria es la Alemania Nazi, si Sildavia es la república austríaca víctima de la Alemania nazi... Todo de lo que voy a hablar mañana [se refiere al pasado jueves en su conferencia del Colegio de Notarios] está sacado de los textos, no me he inventado nada. Empezando por el número de teléfono de Tintín: el 421.

–Todo en Tintín juega con una atmósfera entre muy real e irreal. Empezando por el mismo personaje, no sabemos ni su edad.

–Es un señor que no envejece, que dura igual de 1929 a 1976. Y siempre tiene entre 18 y 20 años. Hergé siempre narra el presente. Tintín es periodista, pero no sabemos para qué medio trabaja y nunca cambia moneda, aunque siempre está viajando. Además, es un superhéroe. Aunque algunas veces lo calientan, suele ser él el que noquea a los adversarios.

–No suelen aparecer personajes históricos.

–El único que aparece es Al Capone. Aún así se nota que Hergué se inspira en los acontecimientos políticos del siglo XX.

Tintín era anticomunista, pero también antinazi y anti Estados Unidos de América

–Hergé tuvo problemas con las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial.

–Cuando acabó la guerra lo procesaron. Pero Hergé no era un nazi ni un colaboracionista. Tuvo como mentor al padre Wallez, un sacerdote católico que era muy amigo de León Degrelle, líder del Partido Rexista. Pero eso no significa que Tintín fuese un nazi, ni siquiera de extrema derecha.

–Pero un poco de derechas sí que es, ¿no?

–Es católico. Solo hay que leer Tintín en el Congo. La iglesia tiene mucha fuerza en Bélgica, pero no hay que confundir esto con el nacional-catolicismo español. Hergé perteneció a los Scouts Católicos de Bélgica, un país muy integrista, y se educó en un régimen semiconfesional

–Lo que sí fue es anticomunista. Ahí está su primer álbum: ‘Tintín en el país de los Soviet’, una crítica feroz a este sistema. Estuvo mucho tiempo prácticamente desaparecido.

–Fue el primero y era todavía muy primitivo. No se hizo en color. El color no llegó a Tintín hasta los años 60. Luego se reeditaron los álbumes ya coloreados. Tintín era cien por cien anticomunista, pero también antinazi y anti Estados Unidos. Por ejemplo, el Bordulia de los primeros álbumes es la Alemania Nazi, pero después pasa a ser un país comunista de la Europa del Este. Si hubiese sido español, Tintín podría haber sido carlista.

–Es simpática la manera de vestir de Tintín, siempre con sus pantalones bombachos hasta que evoluciona a los pantalones largos.

–Los pantalones largos con campanas solo se los pone una vez, en Tintín y los Pícaros. En el resto de sus aventuras siempre vistió en bombachos. Se cambia de vez en cuando de calcetines, pero tampoco mucho.

–En ‘Tintín y los pícaros’ se pone al lado de unos guerrilleros suramericanos que luchan contra una dictadura militar. Aunque el final es un tanto escéptico. El mensaje final de esa aventura es que se cambia una dictadura por otra.

–Es cierto. En general, Tintín tiene muchos misterios: ¿por qué nunca va a París? ¿Por qué no salen la II Guerra Mundial, la Guerra Civil española o la Guerra ruso-finlandesa? Sin embargo sí va a la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia; o a la guerra chino-japonesa... Es decir, va a conflictos menores, pero no a otros mucho más importantes. Va a Shanghai, va a Chicago, va a Sidney, pero no a París... qué cosa más rara.

–Y de mujeres cortito. Parece asexuado.

–Sólo aparecen dos mujeres con cierta relevancia: la Castafiore y Peggy, la mujer del general Alcázar. Los friquis han contado 300 personajes en Tintín de los que solo 25 son mujeres. Es cierto que Tintín rehuye a las mujeres y tiene muy poco sentido del humor. Nunca habla de su infancia ni de su familia.

–Uno de los grandes éxitos de Tintín son sus enormes secundarios. Empecemos por su fiel Milú. Tintín era uno de esos abominables dueños de perros de los que hablaba en su columna.

–Milu es un Fox terrier que posiblemente se llame así porque Hergé, en su juventud, pretendió a una chica llamada MArie-LOUsie Van Custem. Si el referido nombre propio francés se abrevia, surge MA-LOU y castellanizándose, sale MILÚ.

La abogacía no pasa por un buen momento debido a la avidez de dinero, generalmente de la juventud

–Después está mi adorado Capitán Hadock, un marino bebedor, malhumorado y amante del whisky. Con los insultos más ingeniosos de la historia universal: “calabacín diplomado”, “cordero mal peinado”, “vendedor de guano”...

–Más que un secundario, Haddock puede considerarse como un coprotagonista de Tintín. Es un hombre de una nobleza total, sin vueltas, con un corazón gigantesco.

–Se le coge más cariño que a Tintín. A mí me toca las narices cuando intentan controlarle el whisky.

–Es que Haddock es el más humano de todos. Y carece de hipocresía. Otro personaje fundamental es Tornasol, que está basado claramente en Von Braum, el cerebro de los cohetes alemanes durante la II Guerra Mundial, que terminó nacionalizándose norteamericano. Inventó el V-2 que se tiró contra Inglaterra y Bélgica, causando más de 7.000 muertos. En este artefacto se inspira Hergé para el cohete arlequinado del viaje de Tintín a la Luna, quizás el icono gráfico más conocido de estas aventuras.

–Divinamente surrealistas son Hernández y Fernández, con sus perogrulladas y sus torpezas.

–Hergé los bautiza Dupont y Dupond, de ahí que para los hispanos se decidiera algo nominalmente parecido. Son dos policías, poco eficientes, que para resolver sus casos generalmente piden refuerzos a la policía del país donde se encuentran.

–¿Y la Castafiore? Quizás la única odiosa. Tanto que se le ha acusado a Hergé de misógino. Inevitable en estos días.

–Es muy clasista y desprecia al pueblo. Es gracioso como acompaña sus apariciones de la frase “Ah, me río de verme tan bella ante el espejo”. Siempre va acompañada de sus fiel Irma y su pianista Igor Wagner.

–Se nos acaba el tiempo. Sólo una breve pregunta sobre la situación actual de la abogacía.

–No pasa por un buen momento por la avidez de dinero, generalmente de la juventud. La filosofía del yo-ya se ha impuesto en todas las profesiones. Los jóvenes quieren cobrar una minuta nada más salir de la facultad y eso es difícil.

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