DIRECTO Madrugá Sevilla en directo | Semana Santa 2024

Previsión El tiempo en Sevilla para este Viernes Santo

José Manuel Sánchez del Águila | Abogado

“La abogacía me ha enseñado que la verdad existe: cada uno tiene la suya”

  • Letrado y letraherido, lleva más de cuarenta años al pie del cañón en su despacho y los juzgados, ejerciendo su profesión de manera “artesanal” y con el “viejo estilo”

José Manuel Sánchez del Águila, en su despacho

José Manuel Sánchez del Águila, en su despacho / Juan Carlos Vázquez

Su despacho es en sí una declaración de intenciones: libros, mapas antiguos, soldaditos de plomo, estilográficas, un diván... José Manuel Sánchez del Águila (Sevilla, 1957) se declara “abogado de siempre, artesanal” y pertenece a la muy ilustre estirpe de los picapleitos letraheridos. La prueba son los tres libros de su breve bibliografía: ‘Recuerdo de un olvido’, ‘Ropa vieja’ y ‘Un columpio entre estrellas’ (este firmado con el heterónimo Andrés Chapullé). Sentimental mosquetero joseantoniano, Sánchez del Águila es persona inasequible al desaliento, que sigue creyendo en su oficio y en las personas, pese a que luce en el pecho alguna cornada quirúrgica y lleva más de 40 años de ejercicio de una profesión en la que no se ve, precisamente, lo mejor del ser humano. De alguna manera conserva el espíritu optimista y faldicorto de un campamento de la OJE. Como editor fue el alma de Geribel, sello que naufragó demasiado pronto y que empezó una notable recuperación de la mejor literatura andaluza contemporánea. Fiel miembro de la tertulia El Sábalo, piloto suicida de un Dos Caballos amarillo y niño de Los Remedios con “emoción social”, charlar con él es uno de esos placeres con los que el periodismo te compensa las otras muchas amarguras.

–Veo que tiene pasión por los mapas antiguos.

–Comenzó en Londres, en una tienda de cartografía histórica llamada Jonathan Potter. Compro los de la Península Ibérica, Filipinas y Cuba. Tengo algunos muy buenos y antiguos, como los de Abraham Ortelius, cartógrafo flamenco del XVI, o el de Sebastian Münster, cosmógrafo alemán…

–Una descripción de este despacho sale en una novela de la escritora norteamericana Nina Darnton, ‘Llamada a medianoche’. “El despacho, sin embargo, era agradable y acogedor, dominado por una enorme mesa de escritorio de madera de caoba [...] un pequeño diván y varios mapas antiguos...”

–Ya quisiera yo que la mesa fuese de caoba. La novela cuenta un crimen que se produce en Sevilla y yo fui el que le hice un tour a la autora por la ciudad judicial y policial. A su marido, John Darnton le dieron el Pulitzer por informaciones y crónicas que sacó de Polonia metidas en los zapatos durante el final del régimen comunista y la lucha de Solidaridad y Walesa.

–¿Y el diván?

–Algún cliente se ha echado en él en momentos muy duros.

–En general, le gustan las cosas de otra época. Me consta que su coche es un Dos Caballos amarillo del año de la polka.

–Es con el coche que me muevo, menos para los viajes largos. Se lo compré hace doce años a uno de Córdoba. Era una ilusión desde que era estudiante de Derecho. Disfruto con él muchísimo y lo descapoto en cuanto llega la primavera.

–Usted tiene muchas facetas: abogado, escritor, editor…

–Antes que nada soy abogado. Gracias a mi profesión he conocido muchísimas historias que me han permitido escribir, fabular. En un despacho se escuchan muchas cosas a las que no se dan crédito. Especialmente en el turno de oficio. Me gusta más defender que acusar.

Una vez me ofrecieron extorsionar a un empresario que participaba en orgías. Por supuesto, dije que no

–¿Algún caso gratificante?

–Muchos. Por ejemplo, cuando defendí al concejal socialista José Antonio García por el caso de las facturas falsas. Conseguí el sobreseimiento aplicando la Doctrina Botín, que entonces era recientísima. Consiste en que la acusación popular por sí sola no puede ejercer la acusación. Otros de los implicados en este caso acabaron en la cárcel.

–¿Tuvo buena relación con su cliente?

–Magnífica, es una gran persona y era completamente inocente. Me dijo una vez en broma: “¿Cómo me he podido buscar un abogado de Los Remedios y de derechas?”. Y le contesté: “No, José Antonio, yo no soy de derechas. Es mucho peor, soy falangista”. A continuación me recitó una cita larguísima de José Antonio Primo de Rivera sobre la importancia de proteger el talento. Puede que ya no tenga sentido, pero es algo medular. Somos como los mosqueteros.

–Una vez estaban hablando de usted en la redacción del periódico y le definieron como “el abogado joseantoniano”. ¿Eso le ha dado problemas?

–Todo lo contrario, me ha dado casos. Tuve de cliente a Miguel Primo de Rivera y Cobo del Guzmán, duque de San Fernando de la Unión, que era hijo del héroe de Annual y primo chico de José Antonio. Yo le llevaba sus temas en Sevilla. Era un hombre muy generoso que siempre se alojaba en el Alfonso XIII. Cuando me tocaba invitarle a comer lo llevaba al San Marco de la calle Cuna. Como buen Primo de Rivera le encantaban las mujeres. Me contó muchas cosas de la República y la Guerra Civil. Él iba en el mismo convoy en el que trasladaron a José Antonio de Madrid a la cárcel de Alicante, pero en otro vehículo. Pararon en Valdepeñas y tuvo la suerte de que su coche lo mandaron a Huelva, que cayó en manos nacionales el 18 de julio. También fue mi cliente uno de los chóferes de José Antonio, pero no le cobraba.

–Usted se define como un abogado artesanal. Viendo su despacho me recuerda al de los abogados de antes, nada que ver con esas oficinas minimalistas que se ven hoy en los macrodespachos jurídicos.

–Llevo 41 años en este oficio y quiero retirarme así. Cuando digo “artesanal” me refiero a que yo y mi compañera de despacho, Eugenia de Quinta Asián, ofrecemos una dedicación minuciosa a todos los asuntos, por pequeños que sean. Ni sacamos las cosas de cualquier manera ni vendemos duros a tres pesetas. Además, siempre tenemos por norma adelantar al cliente la dificultad que va a tener el asunto, no nos gusta engañar a nadie y crear expectativas falsas.

–¿Rechaza muchos casos?

–Algunos sí. Yo defiendo lo que haya que defender, pero dentro de un límite. Nunca admito asuntos deshonestos.

–¿Algún ejemplo?

–Me quisieron contratar para extorsionar a un empresario que participaba en orgías. Eran la secretaria del susodicho y su marido. Por supuesto, dije que no.

Para mí es una obligación moral estar en el turno de oficio. Mientras pueda, seguiré ahí

–Pese a su experiencia sigue en el turno de oficio. Eso le honra.

–Me ayuda mucho Eugenia. Estoy en el turno normal y en otro específico de violencia contra la mujer. Para mí es una obligación moral. Mientras pueda seguiré ahí.

–¿Cómo ves la abogacía sevillana hoy en día?

–Hay muchísimos abogados y los precios están tirados, lo que hace daño al justiciable y a la abogacía. Abogados, como en cualquier profesión, los hay de todos los colores, pero en general están bien preparados y son honrados. En Sevilla hay grandes letrados, aunque se ha perdido algo del viejo estilo, las buenas maneras profesionales entre compañeros, como felicitar al abogado de la parte contraria cuando gana un asunto. La antigua caballerosidad ha desaparecido en la abogacía.

–¿Algún compañero que haya admirado especialmente?

–Bernardo José Botello, que tenía la abogacía en la sangre. También Paco Sanabria, Olivencia o Adolfo Cuéllar, que era comunista y una auténtica joya. En Sevilla siempre ha habido una escuela magnífica.

–¿Qué le ha enseñado la profesión?

–A relativizarlo todo. Como dijo John Le Carré: “el abogado sabe mejor que nadie que la verdad es una mezcla sutil de apariencias”.

–¿Pero existe la verdad?

–Existe, pero cada uno tiene la suya.

–Me imagino que a un abogado como usted, cliente del bar Nuria, no le hará gracia el traslado de la Audiencia a Palmas Altas.

–Tendré que ir en mis Dos Caballos. En general, estoy en contra de esos macroedificios. Si es como la de Málaga, la Ciudad de la Justicia será un hipermercado del derecho o un tanatorio judicial. Creo que podían haber buscado otra opción más razonable, útil y bonita.

–Dígame el gran libro sobre la abogacía.

–Más bien la gran película: Veredicto final…

En Sevilla hay grandes abogados, pero se ha perdido la vieja caballerosidad

–Peliculón…

–Y eso que trata de un proceso civil, no penal, que es lo que suele gustar al espectador. Ves como un abogado acabado y alcoholizado se transforma gracias a este caso. Pasa de ser un chorizo a un hombre decente. Como libro recomiendo Los casos de conciencia del abogado, de Jacques Isorni. Destaco esta frase: “El abogado no se adapta al mundo y a la vida moderna, es un maravilloso anacronismo artesanal, casi bíblico. No está condicionado ni por modas, ni por incidentes, ni por técnicas. Su función es casi tan antigua como la de las prostitutas”.

–Parece su autorretrato.

–Es un libro que he leído muchísimo.

–Tiene dos libros publicados: ‘Recuerdo de un olvido’ y ‘Ropa vieja’…

–Y otro firmado con el heterónimo Andrés Chapullé (el segundo apellido de mi madre), Un columpio entre estrellas, editado por El Desembarco.

–‘Recuerdo de un olvido’ se lo publicó un personaje muy singular, Bernardo Víctor Carande, hijo del gran historiador don Ramón Carande.

–El título es un verso de Cernuda. Tuve una gran amistad con Bernardo Víctor. Era una persona muy singular, amigo de sus amigos y con una cultura enorme. Su libro Don Manuel o la agricultura es fundamental. Gracias a él conocí a Aquilino Duque, del que Bernardo Víctor era muy amigo, aunque se peleaban de vez en cuando.

–Su finca Capela, en Badajoz, es muy recordada.

–Estaba en La Albuera y tenía una biblioteca fastuosa. Sus últimos años los pasó allí, aunque de vez en cuando venía a Sevilla o iba a Portugal a jugar al golf. La última vez que lo vi fue cuando me alojé, gracias al regalo de un cliente, en el hotel rural que montaron los Bosé en Badajoz, Rocamador. Fui a buscarlo a la finca para invitarlo a cenar, pero ya no se encontraba bien y rehusó.

–Alguna vez he visto una foto en la que sale usted junto a muchos otros en Capela.

–Es junto a mis amigos de la tertulia El Sábalo, un pez que comparte con el salmón la necesidad de nadar a contracorriente. En esta participábamos muchos profesionales vinculados al Derecho, como el poeta y fiscal Jesús García Calderón, el notario Paco Aranguren, Carlos Pérez-Embid, el propio Bernardo Víctor… Casi siempre teníamos un invitado. El único que no quiso venir fue el cardenal Amigo. Pidió el nombre de los que formábamos la tertulia y rehusó la invitación.

–En ‘Ropa vieja’, creo recordar, habla mucho del barrio de Los Remedios, el lugar donde se crió y sigue viviendo.

–Siempre he residido aquí, menos un periodo de recién casado que lo hice en la calle San Eloy. Aquí vivo muy a gusto. Es un barrio variopinto, donde ha vivido gente muy peculiar, como el cantante Silvio, el escritor Julio Manuel de la Rosa, Manuel Ferrand…

–Es usted un declarado admirador de los narraluces.

–Los he leído muchísimo. Pese a que algunos le niegan su existencia como movimiento, lo cierto es que pocas veces ha existido una literatura tan específicamente andaluza.

–Uno de los casos más mediáticos que usted llevó fue la acusación contra una concejala de Izquierda Unida, Josefa Medrano, quien censuró un acto de homenaje a Agustín Foxá, organizado por las asociaciones Ademán y Fernando III, que se iba a organizar en unas dependencias municipales. Quizás puede considerarse como uno de los primeros casos de cancelación en Sevilla.

–Aquello fue una barbaridad. Acabó con una previsible condena absolutoria para la concejala, aunque me quedo con la satisfacción del rapapolvo que le echó la jueza. Durante el juicio, Antonio Rodrigo Torrijos, al que cité como testigo, se negaba a contestar mis preguntas. El juez le tuvo que recordar su obligación de hacerlo, algo que cumplió de muy mala gana.

Ussía me dijo que cobraría una peseta menos que Umbral, pero yo le metí en el sobre una peseta más

–¿Es cierto que Francisco Umbral le dijo que a él le hubiese gustado escribir ‘Madrid de corte a checa’, la gran novela de Foxá?

–Sí, es cierto, pero especificó que con otra orientación política. Fue durante la presentación de los dos primeros libros de Geribel, la editorial de la que yo era socio, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid: El mono azul, de Aquilino Duque, e Historia de una finca, de Jesús y José de las Cuevas.

–¿De cuál se encargó Umbral?

–De El mono azul. La presentación de Historia de una finca corrió a cargo de Alfonso Ussía.

–Curioso duo.

–Conseguimos la participación de Umbral porque tenía relación con Aquilino Duque, aunque casi todo lo traté con su mujer, María España. Antes de aceptar me preguntó quién sería el presentador del otro libro. Cuando le dije que Ussía afirmó: “Entonces sí”.

–¿Y qué le comentó Ussía?

–Me dijo que cobraría una peseta menos que Umbral. Pero yo en el sobre le metí una peseta más. Antes del acto quedamos para tomar un té en el bar del Círculo y fue cuando Umbral me dijo lo de Madrid de corte a checa.

–Hablemos de su editorial, Geribel, sólo aparecieron tres libros, los dos mencionados y ‘Recuerdos de Fernando Villalón’, de Manuel Halcón.

–Para mi gusto este último fue el que mejor nos salió. En la cubierta pusimos una ilustración magnífica de Manuel Manzorro, La otra muerte del toro.

–¿Y cómo se le ocurrió lo de la editorial?

–Fue idea de unos clientes con mucho dinero que querían relumbrón. Decidimos reeditar a los narraluces. Contaba con la ayuda de Vaz de Soto, con quien me unía una gran relación.

–¿Cómo fue la cosa?

–Historia de una finca tuvo muchísimo éxito en Cataluña. El día de San Jorge pusimos un anuncio en La Vanguardia en el que ponía: “Una novela que es para los andaluces lo que La saga de los Rius para los catalanes”. Se tuvieron que hacer dos ediciones especiales.

–¿Por qué sacaron tan pocos libros?

–Yo quería seguir, pero los socios capitalistas perdieron el entusiasmo. Me quedé con la pena de no editar El mundo de Juan Lobón, de Luis Berenguer, pero Elvira, su viuda, no quiso. A cambio me ofreció Leña verde o Sotavento. También me hubiese gustado sacar Diálogo al anochecer, de Vaz de Soto. Me llamaron muchos hijos de narraluces para que reeditase las novelas de sus padres, pero aquello se acabó de repente.

–¿Qué significa Geribel?

–Es un lugar de Montellano en el que aconteció una batalla protagonizada por el infante don Fernando. La elegimos porque es una palabra eufónica, distinta a los nombres de todas las editoriales.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios