Opinión | Sin pies de plomo

La trinchera del bien del Betis

  • Dudar de Serra sólo está al alcance de los que apoyaron a Maciá o Torrecilla

AUNQUE la victoria ante el Villarreal ha traído cierta calma y fe al Betis para enmendar el final de temporada en una semana crucial como la del derbi, a nadie se le escapa que el club verdiblanco necesita una profunda reflexión cuando acabe la Liga. Las caretas se han ido cayendo a la vez que las divergencias sobre el proyecto deportivo han ido floreciendo, y aunque apeló Lorenzo Serra, en su alocución en los medios oficiales del club, al bien del Betis para templar los ánimos, incluso asumiendo deficiencias en la planificación invernal, el final del campeonato será el momento de determinar las responsabilidades de cada cual.

Dudar del balear como cabeza del proyecto deportivo sólo puede estar a la altura de aquellos que pusieron fe ciega en Eduardo Maciá, Miguel Torrecilla o Gustavo Poyet como antes había ocurrido con Juan Carlos Garrido o Julio Velázquez. Con errores o con apuestas extrañas, que nadie alcanza la perfección, la mejora del nivel de la plantilla verdiblanca ha sido espectacular en apenas año y medio, el tiempo que ha transcurrido desde que los béticos aplaudían las carreras populistas de Petros al actual en el que disfrutan de definiciones como las de Lo Celso.

Serra Ferrer junto a Setién, Haro, López Catalán y Joaquín. Serra Ferrer junto a Setién, Haro, López Catalán y Joaquín.

Serra Ferrer junto a Setién, Haro, López Catalán y Joaquín. / Juan Carlos Vázquez

Aunque ya no exista una oposición al Betis, con la época de Lopera y Oliver enterrada a base de millones de los propios béticos, algunos se empeñan en seguir cavando trincheras, como si para defender lo indefendible necesitasen siempre la presencia de un enemigo exterior que justificase sus apoyos incondicionales al gobernante de turno. Ni Lorenzo Serra Ferrer, el mito que regresó por tercera vez para volver a cambiarle la vida a la entidad, se libra del fuego amigo, imagínense esos béticos que únicamente han expresado su opinión libre y sin prebendas.

La historia parece condenada a repetirse, con distintos protagonistas pero con una secuencia de los acontecimientos muy similar a la del pasado, el reciente y el más lejano. Cuando se anteponen los intereses y egos personales, el Betis, o cualquier empresa, comienza a deteriorarse. Y los más peligrosos, por correveidiles, son siempre esos que aparecen apegados al poder, el que sea en cada momento, y alejados de la trinchera del Betis, ésa misma a la que apeló Serra en un postrero ejercicio de responsabilidad para evitar un final antes visto y del que saldría perjudicada la entidad.

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