Desde mi córner

En el adiós a Frasco, un futbolista de club

  • Muere uno de aquellos héroes que ganaron un Carranza que se festejó a guisa de título oficial

Irrumpió como un ciclón en aquel Betis que ganó un Carranza que sería celebrado como si de un título se tratara y hasta hizo el segundo gol en la final contra el Benfica de Eusebio. Francisco Ortiz Vázquez era de La Rinconada, empezó en La Cañamera y llegó al Betis en la primera época de Fernando Daucik en el banquillo. Pero sería en ese verano de 1964 cuando el francés Louis Hon lo hizo debutar en el primer equipo, precisamente en el Carranza.

De toscas maneras, pero con un sentido táctico excelente, se las componía para intervenir mucho en el juego y convertirse en fundamental. Componente del primer Betis que jugó competición continental, otra de las cimas de Frasco bajo pabellón verde, blanco y verde fue aquella eliminatoria copera en que cayó el Real Madrid ye-yé que venía de conquistar su sexta Copa de Europa, formando línea media con el donostiarra Miguel Azcárate bajo la batuta de Rogelio.

Frasco figura en el imaginario de cualquier bético de la época como un futbolista de club con más eficacia que brillo. Era un tipo de futbolista que se daba con frecuencia en aquel fútbol de fidelidad sin límites. Jugadores de club que podían llevarse toda la vida con la misma camiseta por obra y gracia de un derecho de retención que tenía bastante de esclavista. Este nomadeo de hoy rara vez se daba entonces para que todo acabase con el decreto 1006/85 que abolió aquello.

Cuando Frasco colgó las botas encontró acomodo en el club de su vida, primero como entrenador de juveniles para acabar su andadura heliopolitana entrenando al Betis Deportivo. Con el adiós de Frasco se le da la despedida a una forma de entender el fútbol y también la vida. Mirando de frente y sin regalar nunca nada, Frasco era en la vida como lo fue en el campo. Un tipo noble, sin dobleces, amigo de sus amigos y bético a carta cabal. Descansa en paz, amigo.

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