Ahora sí que mola la Cartuja

Sueños esféricos

La final ‘premium’ que disfrutamos es el pórtico perfecto para que al fin el estadio entre en Sevilla

Lamine Yamal ante Fran García.
Lamine Yamal ante Fran García. / Julio Muñoz (Efe)

27 de abril 2025 - 21:01

MAJESTUOSA lució la Cartuja con su ampliación y el sabor futbolero que le dan esos nuevos graderíos tan cercanos al terreno de juego. Luego, la pompa que inflan las nuevas tecnologías, con el embriagador juego de luces, figuras tridimensionales, fuego y coreografía, terminó de cerrarle el marco lujoso a lo nuclear, a un espectáculo futbolístico que quienes tuvimos la suerte de disfrutarlo en vivo jamás olvidaremos.

Pepe Rodríguez, el cocinero manchego que lidera el trío de jueces del popular programa Master Chef y madridista irredento, vibró en el asiento inmediatamente inferior al mío con el banquete de ácidos, dulces y al final amargos que deparó el menú. “Pepe, a la final no le ha faltado un peregil...”, le dije al tiempo que lo consolaba tras la derrota. Al menos le arranqué una sonrisa.

Fue apabullante el despliegue inicial del voraz Barcelona que ha ahormado Hansi Flick, con el mejor centrocampista del momento, Pedri, a la batuta. También fue admirable cómo el Madrid sacó su orgullo y su corazón de campeonísimo en cuanto Carletto tocó un par de teclas y apareció el poder intimidador de Mbappé. Las alternativas en el juego eran las mismas alternativas que manaban de una grada enardecida, disfrutona a rabiar, que hizo retumbar el coliseo como nunca. Ora los blancos salpicados de banderas rojigualdas, ora los azulgranas con sus senyeras cómodas y también las incómodas.

La memorable final ha supuesto un pórtico que ni soñado para que los sevillanos percatemos las posibilidades que abre el remozado recinto. De momento el Betis, un club que en su historia siempre ha sabido hacer suyos hogares ajenos por su carácter tan expansivo, va a disfrutar dos años de esa nueva Cartuja más vital y sobre todo más futbolera. Y el Sevilla, si no cambia pronto su consejo, lo mismo se ve forzado a mudarse allí y reconoce eso de “caramba, pues no se está tan mal aquí...”. Chi lo sa.

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