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Aquellos saques de Arteche

  • Setién es la apuesta del Betis por un fútbol combinativo que lo haga crecer, pero en la asimilación del manual ya paga facturas por los riesgos atrás

El delantero colombiano Bacca, astuto y atento, agradeció la indecisión de Adán para cortar la pelota y hacer el gol del empate, su primero con el Villarreal.

El delantero colombiano Bacca, astuto y atento, agradeció la indecisión de Adán para cortar la pelota y hacer el gol del empate, su primero con el Villarreal. / domenech castelló / efe

Cuando Quique Setién jugaba al fútbol, y muy bien que lo hacía, el fútbol era otro. Era un fútbol de campos sembrados de calvas cuando no campaba el barro. Un fútbol de árbitros con panza y de laterales achaparrados. También era un fútbol en el que los porteros, gentilmente, le solían ceder a alguno de sus centrales el saque de puerta. Eso lo pudo comprobar el propio entrenador decenas de veces en su época de talentoso centrocampista en el Atlético de Madrid, cuando Arteche, con su dorsal 4 y sus recortadísimas calzonas azules, tomaba carrerilla (con toda la pachorra del mundo si el resultado era favorable) y la reventaba desde la esquina del área pequeña.

Esa recurrente acción debió parecerle a Setién un groserísimo insulto a su fútbol. Ver cómo esa parábola dibujada por el rudo pie de Arteche sobrevolaba su cabeza, ignorando su papel de paladín del juego elaborado, lo hizo convencerse de un fútbol antagónico cuando decidió ser entrenador. Un fútbol en el que los porteros, lejos de invitar a un zaguero a descoser la pelota, abrieran en corto con prestancia, incluso con calidad y criterio, a alguno de sus defensas, cuando no al mediocentro, para iniciar el juego por abajo.

La propuesta es audaz. Y nada original. Cada vez son más los técnicos que exigen a sus guardametas que sean los primeros constructores del juego, como si no tuvieran bastante con tener prohibido un fallo en su cometido primordial, evitar los goles en contra. Pocos porteros de Primera son duchos con el balón en los pies y Antonio Adán no se encuentra entre ellos.

No se trata sólo del golpeo. Antes, se trata de saber elegir la opción adecuada. Y ahí estuvo el primer error de Adán. Ése saque en corto a la esquina derecha, donde se había abierto Amat, no podía contener nada bueno. Sólo veneno. El Villarreal, lejos de replegarse, tenía a todas sus piezas ofensivas colocadas y dispuestas para apretar con coordinación esa salida en corto de los verdiblancos. Y cuando Amat se vio arrinconado con el cuero (segundo error), le devolvió el compromiso a su arquero. Y con el agravante de que éste tuvo que forzar su postura antes de poder golpear con su pierna buena, la izquierda.

Se le bajó la persiana definitivamente al competente portero madrileño y Carlos Bacca, un delantero de instinto, olfateó su miedo para acudir a por su bocado. Esa jugada es la factura de buscar un juego noble, de respeto al balón y la esencia combitativa de este juego colectivo. El Betis apostó fuerte por un estilo que, bien ejecutado, lo puede llevar a dar ese pretendido salto al vagón donde debe morar por peso específico. Pero en su apuesta va a pagar facturas por el camino.

"Cuando asumes riesgos, pasa esto", reconoció aún sobre la hierba un atribulado Adán, que luego dio con la clave: "Pero en la jugada de nuestro gol pasa totalmente lo contrario...". Y así fue. Jugada desde atrás, Feddal que la cruza de izquierda a derecha, Barragán la baja, adelanta a Joaquín y el portuense la pone de dulce, como tantas veces, para que Sergio León remache a la red.

El fallo de Adán torció el destino bético en el estadio de La Cerámica, pero sería injusto cargar las tintas sobre él. Si los centrocampistas béticos hubieran tenido más personalidad, más despliegue y criterio a la hora de mirar a la portería contraria, un Villarreal en paños menores no hubiera remontado. O al menos, lo hubiera tenido tan complicado como lo tenían los rivales cuando el Betis de Serra iba por delante.

En ese Betis, Jaro era el portero y la reventaba siempre que podía. Como Arteche.

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