Elisa Marco, médico: "El estrés crónico es un factor determinante en la regulación del sistema inmunológico"

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Estrés crónico
Estrés crónico / Freepik

Las infecciones respiratorias son una constante a lo largo del año, pero su frecuencia y los virus predominantes varían según la estación en la que nos encontremos. Durante el invierno, los principales virus que afectan a la población incluyen la influenza, el rinovirus, el virus sincitial respiratorio (VSR) y algunos coronavirus estacionales. Las bajas temperaturas y la menor humedad favorecen su estabilidad en el aire y en superficies, mientras que la permanencia prolongada en espacios cerrados facilita su transmisión.

"¿Significa esto que en verano no hay virus respiratorios?", pregunta la Medical Scientific Liaison (MSL) de Labolife, Elisa Marco Soriano, y explica que "no del todo". Por un lado, en verano disminuye la actividad de los virus más propios del invierno disminuye, pero otros como los enterovirus y adenovirus siguen circulando, pudiendo causar faringitis, conjuntivitis y algunas infecciones gastrointestinales.

En definitiva, "las infecciones respiratorias pueden ocurrir durante todo el año", aunque su incidencia varía según la estación y las condiciones ambientales.

La importancia de las precauciones

Tomar precauciones es fundamental, especialmente en temporadas de alta circulación de virus. En este sentido, la médico-científico manifiesta que "nuestro sistema inmunológico es la primera línea de defensa contra estos patógenos" y hace dos distinciones dentro del mismo. Por un lado, la inmunidad innata, la cual actúa de manera inmediata a través de barreras físicas y células especializadas y, por otro, la inmunidad adaptativa, que desarrolla memoria inmunológica tras la exposición a un virus.

"La microbiota intestinal influye en la inmunidad respiratoria a través del eje intestino-pulmón"

"Cuando un virus respiratorio entra en el cuerpo, el sistema inmune lo detecta y comienza un proceso de ataque. Primero, la inmunidad innata trata de frenarlo. Si el virus persiste, la inmunidad adaptativa entra en acción, produciendo anticuerpos para neutralizarlo y eliminarlo. Finalmente, una vez recuperados, el sistema inmune 'recuerda' al virus, brindando protección futura".

En cualquier caso, nadie está libre de nada y hay factores externos como el estrés, la falta de sueño, una alimentación inadecuada y la exposición a contaminantes que contribuyen a debilitar nuestro sistema inmunológico.

En este contexto, no debemos olvidar las medidas preventivas que se suelen adoptar en estos casos como es un lavado de manos frecuente y el uso de mascarillas en temporadas de alta transmisión, así como mantener un estilo de vida saludable, asegurando una buena alimentación, descanso adecuado y manejo del estrés.

Factores de riesgo en el contagio

El riesgo de contraer una infección respiratoria depende tanto de la exposición al virus, como de la capacidad del sistema inmunológico para responder y hay factores de riesgo que nos vuelven más susceptibles de contagio.

Uno de los principales es el estrés crónico, debido a que la elevación continua de los niveles de cortisol que suprime la respuesta inmune. "El estrés crónico es un factor determinante en la regulación del sistema inmunológico", comenta Marco Soriano.

"El uso de medicamentos para infecciones respiratorias debe ser racional"

La alimentación también es clave. Necesitamos nutrirnos de vitamina D, zinc y antioxidantes, los cuales contribuyen a la modulación de la respuesta inmune y a la producción de anticuerpos. "Se ha demostrado que la deficiencia de vitamina D está relacionada con un mayor riesgo de infecciones respiratorias, mientras que el zinc favorece la proliferación y función de células inmunitarias", explica Elisa Marco.

Asimismo, la falta de sueño afecta la producción de citocinas esenciales para la respuesta inmune, lo que puede aumentar el riesgo de infecciones. Otro factor relevante es la microbiota intestinal, que influye en la inmunidad respiratoria a través del eje intestino-pulmón. Un desequilibrio en la microbiota, debido a un uso excesivo de antibióticos o una dieta inadecuada, puede debilitar las defensas.

Por último, la actividad física moderada contribuye a una mejor función inmune, aunque el sobreentrenamiento puede generar inflamación crónica y afectar la inmunidad.

Cuándo recurrir a la medicación

"La medicación para infecciones respiratorias debe usarse de manera racional, considerando su impacto en la inmunidad", apunta la médico. En algunos casos, los antivirales pueden reducir la duración y gravedad de enfermedades como la gripe, especialmente en poblaciones de riesgo. Sin embargo, los antiinflamatorios, como los corticoides, deben usarse con precaución, ya que pueden suprimir la respuesta inmune si se administran de manera inadecuada.

Los antibióticos, por su parte, solo deben recetarse cuando hay evidencia de una infección bacteriana secundaria, evitando su uso innecesario para prevenir la resistencia antimicrobiana. En casos de inmunodeficiencias o enfermedades autoinmunes, los inmunomoduladores pueden ser una opción para regular la respuesta inmune sin comprometer la capacidad del cuerpo para combatir infecciones.

Medidas de prevención y fortalecimiento del sistema inmune

Reducir el riesgo de infecciones respiratorias requiere una combinación de estrategias que minimicen la exposición a virus y fortalezcan el sistema inmunológico. Para reducir el contagio, es fundamental mantener una higiene adecuada con lavado frecuente de manos, el uso de mascarillas en épocas de alta circulación viral y una buena ventilación de los espacios cerrados.

El fortalecimiento del sistema inmunológico también es clave. Una alimentación rica en frutas, verduras, ácidos grasos omega-3 y probioticos mejora la respuesta inmune.

La exposición al sol favorece la síntesis de vitamina D, mientras que el ejercicio moderado ayuda a la circulación de células inmunitarias. Dormir entre 7 y 9 horas diarias permite la producción de citocinas necesarias para la respuesta inmune, y la gestión del estrés a través de técnicas como la meditación y el mindfulness contribuye a mantener un equilibrio inmunológico.

Finalmente, debemos mantenernos hidratados para proteger las mucosas que son la primera barrera contra los virus y bacterias, además de complementarlo con la microinmunoterapia, la estimulación del nervio vago y las terapias de luz ya que son grandes aliadas en la regulación del sistema inmune.

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