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La gastritis y el estrés son dos conceptos que, a priori, pueden parecer desconectados. Sin embargo, existe una compleja relación entre ambos que ha sido objeto de estudio y análisis por parte de la comunidad médica. La gastritis se caracteriza por la inflamación de la mucosa gástrica, que es la capa de células que recubre el estómago y que desempeña un papel fundamental en el proceso de digestión.
Esta inflamación está relacionada con estilos de vida poco saludables como el consumo de tabaco y exceso de alcohol, uso prolongado de ciertos medicamentos, factores genéticos o mentales como la depresión. Sin embargo, uno de los factores que ha ganado atención significativa en los últimos años es el estrés.
Sus principales síntomas van desde el dolor abdominal, acidez, náuseas, vómitos hasta la pérdida de apetito.
El estrés es una respuesta del cuerpo ante ciertas situaciones que suponen una amenaza para la persona. A nivel fisiológico, desencadena la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, preparando al cuerpo para enfrentar la situación. Esta respuesta, conocida como "lucha o huida", está muy bien porque es esencial como método de instinto de supervivencia, pero el problema está en cuando se vuelve crónica, resultando perjudicial para la salud.
Cuando una persona experimenta estrés de manera constante, se producen cambios en el cuerpo que también pueden afectar al sistema digestivo ya que el revestimiento del estómago se vuelve más vulnerable a la irritación y aumenta la producción de ácido gástrico, por lo que aumentan las posibilidades de desarrollar patologías como la gastritis.
Teniendo en cuenta de que el estrés suele influir en los hábitos de vida de las personas, tiene un repercusión directa en la salud gástrica debido a que cuando están atravesando situaciones de estrés suelen recurrir a comportamientos poco saludables, como el consumo excesivo de alimentos ricos en grasas o irritantes para el estómago, así como el abuso de sustancias como el alcohol y el tabaco los cuales contribuyen al desarrollo de la gastritis.
Lo que hace aún más compleja esta relación es que la gastritis y el estrés pueden formar un círculo vicioso. Esto se debe porque cuando una persona tiene gastritis le surgen sentimientos de preocupación y ansiedad y esto hace que aumenten los niveles de estrés.
Dada esta conexión, es importante, por tanto, llevar el control de las dos condiciones. En este sentido, hay que adoptar estrategias mediante las cuales se pueda conseguir reducir el estrés que, a su vez, va a ayudar a prevenir y a controlar los síntomas de la gastritis. Entre las técnicas recomendadas se encuentran la meditación, la respiración profunda, el ejercicio regular y la búsqueda de apoyo psicológico.
Asimismo, es crucial abordar los aspectos fisiológicos de la gastritis a través de cambios en la dieta y la identificación y tratamiento de posibles causas subyacentes, como infecciones o el uso de ciertos medicamentos. Un enfoque integral que combine la gestión del estrés con el tratamiento médico adecuado puede marcar la diferencia en la calidad de vida de quienes sufren de gastritis.
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