¿Cuáles son los factores que afectan a la salud ocular en verano y cómo podemos proteger la vista en los meses de calor?

Día Nacional de la Miopía

Los daños acumulados por la exposición solar y otras agresiones ambientales pueden ser irreversibles a largo plazo

La salud ocular durante el verano: recomendaciones para proteger nuestros ojos del sol

Salud ocular en verano
Salud ocular en verano / Freepik

El verano es una de las estaciones más esperadas del año: días más largos, vacaciones, actividades al aire libre y viajes son parte del encanto de esta época. Sin embargo, también representa una temporada de riesgos elevados para la salud visual. Las altas temperaturas, la radiación ultravioleta más intensa, el uso frecuente de piscinas o playas y la exposición prolongada a aires acondicionados y pantallas digitales son factores que pueden afectar negativamente nuestros ojos. Por ello, es esencial prestar atención a la protección ocular, ya que los daños acumulados por la exposición solar y otras agresiones ambientales pueden ser irreversibles a largo plazo.

Aunque muchas personas recuerdan proteger su piel con protector solar, no ocurre lo mismo con los ojos, a pesar de que estos órganos también sufren los efectos nocivos del sol. Enfermedades como la fotoqueratitis, las cataratas prematuras o la degeneración macular pueden desarrollarse por la falta de protección frente a los rayos UV. A esto se suma la posibilidad de irritaciones, infecciones y molestias derivadas del cloro, la sal marina o el aire seco en interiores. Proteger la vista durante el verano no solo es una cuestión de comodidad, sino también de salud a largo plazo.

Factores que afectan la salud ocular en verano

Durante los meses de verano, los ojos están expuestos a una combinación de factores que pueden comprometer su bienestar. Uno de los más peligrosos es la radiación ultravioleta. La exposición prolongada al sol sin una adecuada protección ocular puede provocar desde irritaciones leves hasta afecciones más graves como queratitis actínica que es una especie de quemadura en la córnea, cataratas o incluso daños en la retina. Este riesgo es especialmente alto en zonas de playa o montaña, donde la radiación se intensifica por el reflejo del agua o la nieve.

El agua de piscinas, ríos y mar también representa una amenaza para los ojos. El cloro presente en las piscinas, aunque es necesario para desinfectar el agua, puede irritar la superficie ocular y alterar la película lagrimal, provocando enrojecimiento, escozor y sequedad. Por su parte, el agua del mar, rica en sal y en ocasiones contaminada con microorganismos, también puede causar molestias o infecciones, como la conjuntivitis.

Otro factor perjudicial es el uso constante de aire acondicionado. En los espacios interiores, la humedad del aire disminuye notablemente, lo que favorece la evaporación de la lágrima natural y genera una mayor sequedad ocular. Esto se vuelve aún más problemático en personas que usan lentes de contacto, ya que estas tienden a absorber aún más la humedad del ojo, agravando la sensación de ojo seco. Además, el aumento del tiempo que se pasa frente a pantallas durante las vacaciones, ya sea por entretenimiento o comunicación, puede contribuir a la fatiga visual. Parpadear menos frecuentemente, fijar la vista durante períodos prolongados y mantener distancias inadecuadas con dispositivos móviles son prácticas que afectan la salud ocular y generan síntomas como visión borrosa, picor o sensación de arenilla.

El doctor Jorge Navalón, oftalmólogo y director médico de Clínica Baviera Valencia, ha destacado otro aspecto relevante: la situación de las personas con miopía durante el verano. "El verano puede ser especialmente molesto para quienes tienen miopía: si olvidas las gafas, no ves bien; pero tampoco hay que bañarse con lentillas y, si lo haces, debes evitar mojarte la cabeza para no irritar los ojos con cloro o sal", ha advertido el especialista, con motivo del Día Nacional de la Miopía, que se celebra hoy 10 de junio.

Medidas para proteger la vista durante los meses de calor

Ante todos estos riesgos, resulta fundamental adoptar medidas de prevención que ayuden a preservar la salud visual. Una de las recomendaciones principales es el uso de gafas de sol homologadas. Estas deben contar con el certificado 'CE' y el distintivo 'UV', que garantizan su eficacia frente a los rayos ultravioleta. Elegir unas gafas con el filtro adecuado y el color de los cristales más apropiado según las necesidades personales es clave. Lo más recomendable es adquirirlas en ópticas o tiendas especializadas donde puedan ofrecer asesoramiento profesional y productos de calidad.

El uso de lágrimas artificiales también se vuelve especialmente útil en verano ya que pueden ayudarnos a mantener la superficie ocular hidratada, a aliviar molestias por sequedad y a favorecer la recuperación tras exposiciones irritantes, como el contacto con el cloro. Este recurso es muy beneficioso tanto para quienes usan lentillas como para quienes sufren de ojo seco estacional o ambiental.

Asimismo, es aconsejable minimizar la exposición directa al aire acondicionado, especialmente si se pasa mucho tiempo en interiores. Orientar los ventiladores hacia otra dirección o utilizar humidificadores en casa u oficinas puede ayudar a mantener una mejor hidratación ambiental. Antes de iniciar viajes largos, es recomendable realizar una revisión visual, especialmente si se va a conducir. Tener la graduación al día y contar con gafas o lentillas en condiciones óptimas es esencial para la seguridad vial y el confort durante el trayecto.

Finalmente, se debe evitar el uso de lentes de contacto al nadar. Si no se puede prescindir de ellas, lo ideal es utilizar gafas de natación herméticas encima para evitar el contacto directo con el agua, que puede introducir microorganismos y provocar infecciones. Proteger los ojos en verano es tan importante como cuidar cualquier otra parte del cuerpo. Una buena prevención, acompañada de hábitos saludables y revisiones periódicas con el especialista, puede marcar la diferencia entre disfrutar del verano con bienestar o arrastrar molestias que pueden agravarse con el tiempo.

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