Los ritos del adviento sevillano
  • La Hermandad de la Soledad escenifica durante los nueve días previos a la Navidad el camino que recorrieron los santos esposos de Nazaret a Belén

Las jornaditas de Castilleja de la Cuesta: origen y evolución

San José saca agua de un pozo mientras la Virgen descansa. San José saca agua de un pozo mientras la Virgen descansa.

San José saca agua de un pozo mientras la Virgen descansa. / Ángela Ramírez

Una tradición del adviento de la que Castilleja de la Cuesta es su máximo exponente. La localidad del Aljarafe vive estos días previos a la Navidad uno de los ritos que caracterizan su peculiar religiosidad popular: las jornaditas. Con este nombre se conoce el culto que celebra la Hermandad de la Soledad (la de la Plaza) durante los nueves días que preceden al nacimiento del Niño Jesús y en el que a diario se cambia el altar para representar cada una de las jornadas del camino (de ahí el nombre) que realizaron la Virgen y San José desde Nazaret a Belén.

Hasta hace varias décadas este culto era bastante habitual en las parroquias sevillanas, pero actualmente sólo se mantiene en algunos conventos de la capital (como el de Santa Rosalía) y varias localidades (la mayoría del Aljarafe). Pero en ninguna se alcanza el grado de teatralidad sacra del que hace gala la hermandad de la Plaza (como así se la conoce en el argot cofradiero), donde cada día se cambia la escena que representan los santos esposos (la Virgen de la Soledad y San José): junto a la mula, la Virgen sentada sobre el animal, descansando vestida de Pastora, calentándose en una fogata, al lado de un pozo o buscando posada, entre otras escenas, que llevan aparejadas el cambio de vestimentas.

Se trata de una reliquia cultual y ornamental con varios siglos a sus espaldas. Así lo recuerda el historiador Juan Prieto, quien relaciona su origen con la antigua Hermandad de la Vera-Cruz, que se trasladó en el siglo XVI a la parroquia de Santiago el Mayor, donde celebraban “una misa cantada el día de la Navidad”.

Los santos esposos junto a la mula, escena del primer día de las jornaditas. Los santos esposos junto a la mula, escena del primer día de las jornaditas.

Los santos esposos junto a la mula, escena del primer día de las jornaditas. / Ángela Ramírez

En el siglo XVII comenzó la representación de las jornaditas gracias a los franciscanos que, tras regresar de América, permanecieron en la localidad y dieron a conocer una celebración navideña que se había extendido en México, Honduras, Guatemala, El Savaldor, Nicaragua, Costa Rica y Panamá durante su misión evangelizadora en aquellas tierras: las posadas. En ellas se recuerda el peregrinaje de María y José hasta Belén con motivo del edicto del emperador romano César Augusto, por el que se obligaba a cada familia a empadronarse en su lugar de origen. Ya en esa época –en la que el Barroco era pleno– se empleaban imágenes para representar el camino.

A finales del XVIII, la Hermandad de Vera-Cruz se fusiona con la de Soledad y en el XIX, tras la Desamortización de Mendizábal que supuso la expulsión de los franciscanos de Castilleja, la corporación de la Plaza asume estos cultos. Es entonces cuando la Virgen de la Soledad (una interesante talla fechada en el siglo XVI) empieza a presidir las jornaditas.

El último impulso a esta peculiar tradición se daría en 1910, gracias al ajuar adquirido por la bienhechora de la hermandad, Dolores Cabrera López, para celebrar dichos cultos, que posteriormente se completarían con la misa del Gallo (en la que los santos esposos ya aparecen en el portal de Belén junto al Niño Jesús) y la del 6 de enero, el día de la Epifanía, cuando la Virgen de la Soledad queda expuesta en besamanos en un altar distinto al usado estos días.

El portal de Belén que se descubre tras el canto de Gloria en la Nochebuena. El portal de Belén que se descubre tras el canto de Gloria en la Nochebuena.

El portal de Belén que se descubre tras el canto de Gloria en la Nochebuena. / Ángela Ramírez

En las jornaditas, el presbiterio de la parroquia de Santiago se cubre con un telón en el que aparece pintado un paisaje. Sobre él, en la parte inferior, a base de corcho y plantas aromáticas, se recrea el camino que recorren los santos esposos, dividido en dos cuerpos, en los que las sagradas imágenes se colocan indistintamente junto a otros elementos que simbolizan las escenas de cada día: la mula, el pozo, la hoguera, las ovejas, la posada y, por último, el portal de Belén.

En estos cambios se emplean unas dos o tres horas diarias, explica Antonio Jesús Sánchez, prioste de la hermandad y encargado de comandar un equipo de ocho personas (incluidas las camareras de la Virgen) que afrontan dicha labor en vísperas navideñas. Las últimas jornadas son las de mayor trabajo, pues el decorado experimenta importantes cambios con la introducción de un mayor número de elementos.

A todo este aparato ornamental se suma el musical, con un rico patrimonio compuesto expresamente para dichos cultos. Piezas, muchas de ellas del siglo XIX, que cada noche interpretan las cantoras de la hermandad y que aluden a esos momentos del peregrinaje de la Virgen y San José, como ésta de la que a continuación se reproduce la letra:

Caminan para Belén

los dos Amantes del cielo

siendo María el sagrario

donde se encierra el Cordero

camina, camina

camina gustosa

pues lleva en su vientre

al Rey de la Gloria.

Una auténtica reliquia de la provincia que ha sabido conservar la hermandad de la Plaza, protagonista también, cuando llega la Pascua Florida, de las famosas vueltas de Castilleja, en la que coloraos y azules tiñen las calles de la localidad del Aljarafe.