Corpus 2023

Corpus en la Magdalena y Triana: con la justa medida de siempre

La custodia del Corpus de la Magdalena, por la feligresía de la parroquia.

La custodia del Corpus de la Magdalena, por la feligresía de la parroquia. / Juan Carlos Muñoz

Son poco más de las diez de la mañana. En Fernán Caballero, una de las calles que enlazan San Eloy con Monsalves -en plena collación de la Magdalena-, suena el Tantum ergo, la plegaria eucarística que buena parte de los mortales chapurrea más que canta porque el manejo del latín se quedó olvidado en el extinto COU (éste que les escribe ya peina canas). Desde un balcón, engalanado con colgadura de rico brocado, se lanzan pétalos de flores al Santísimo, cobijado en la impresionante custodia de plata del siglo XVII que posee una de las mejores parroquias del centro de Sevilla. Abajo, en el zaguán de la casa, hay dispuesto un altar, emblema del gusto doméstico por esta festividad sacramental. Bandejas de plata, candelabros, ángeles, espigas y flores colmatan el espacio formando un bodegón eucarístico en este domingo en el que la ciudad se asoma de nuevo a los 30 grados. 

La escena se repite, en sus múltiples versiones, en innumerables barrios. Es el día de paliar un jueves de Corpus usurpado por la lluvia. Hasta 15 procesiones eucarísticas tienen lugar este mañana en Sevilla, según indica el servicio de Emergencias, que ha desplegado un importante dispositivo en cada una de ellas. Desde las más conocidas, como la de la Magdalena y Triana, hasta las más alejadas de la entrañas de la antigua urbe, como Los Bermejales. Sin olvidar las que se incorporan a este listado, como es el caso de Santa Marta, que saca al Santísimo bajo palio por la feligresía de San Andrés al ser Año Jubilar en la corporación del Lunes Santo. 

Este domingo de cera roja en las calles guarda el encanto de la cercanía y de no haberse convertido aún -a Dios, gracias- en una celebración de masas. Con la justa medida de siempre. Es día principal en muchas feligresías, como la de la Magdalena, que tiene uno de los Corpus más tempraneros. Poco después de las 9:00 ya hay feligreses esperando la salida del cortejo. A pocos metros, en la cafetería Donald, su propietario Mariano García atiende la petición del aguaor de una cuadrilla de costaleros. Agua con un poco de anís para aguantar "la leña" bajo el paso.

En la Magdalena

El Dulce Nombre de Jesús, con su característico templete. El Dulce Nombre de Jesús, con su característico templete.

El Dulce Nombre de Jesús, con su característico templete. / Juan Carlos Muñoz

La mañana aún es fresca y el público minoritario, lo que permite contemplar los altares montados. El de la Quinta Angustia lo preside el cartel que José Cerezal, con su inconfundible estilo, dedicó al 450 aniversario del Dulce Nombre de Jesús, titular de la cofradía del Jueves Santo que sale en esta jornada a la calle con su icónico (y copiadísimo) templete. En Montserrat, la protagonista es una réplica de la Virgen de Valme, que también está de Año Jubilar. Se trata de una excelente réplica realizada por Salvador Madroñal y cedida para la ocasión. 

El cortejo sale a la calle en el momento en el que las nubes se disipan por completo. Hay público autóctono, fiel a estas tradiciones, de cubana y mocasín. Otro que acude por primera vez este año tras quedarse sin ver el del jueves por culpa de la lluvia. Y también se encuentran turistas recién despiertos, de pantalón corto y sandalia que, móvil en mano, graban cuanto pasa por sus ojos, con una actitud de sorpresa y curiosidad, pero siempre respetuosa.

Encontrar una cafetería abierta a estas horas por dicho enclave resulta un cometido de complicada envergadura. Exceptuando el Donald, que tras años sin hacerlo sirve esta mañana desayunos, el resto permanece con las persianas echadas. Un centro en punto muerto, cuyas constantes vitales son únicamente las que protagoniza este Corpus, que se adentra por las calles que lo llevan a la Plaza del Museo, donde esta mañana exponen los pintores. Por cierto, cerca de allí contempla la procesión el que será investido el próximo sábado alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, de rigurosa indumentaria y con la compañía de su mano derecha en estos asuntos: Manuel Alés. Ambos reciben el saludo y la enhorabuena de los cofrades (son días de gastar "la policromía" de las manos con tanta felicitación). 

En Triana

Un costalero de la Inmaculada que sale en el Corpus de Triana. Un costalero de la Inmaculada que sale en el Corpus de Triana.

Un costalero de la Inmaculada que sale en el Corpus de Triana. / Juan Carlos Muñoz

En la otra margen del río, la calle San Jacinto registra un lleno de gente para ver el Corpus de Triana. El público se confunde entre los que esperan de pie el paso del cortejo, los que terminan el desayuno en los múltiples veladores que han invadido esta arteria principal del viejo arrabal (toda peatonalización acaba en lo mismo) y los que ya, sin más demora, refrescan el gaznate con las primeras cervezas. 

Desde el Niño Jesús a la Inmaculada, los pasos se suceden con escasos metros de diferencia. Los ecos de las bandas que los acompañan casi se solapan. Destaca en todos ellos el excelente adorno floral. Cada uno distinto y con sumo gusto. Un exorno (perdonen la cursi expresión) que ayuda a desviar la mirada de los básicos marcos de madera pintados que rematan los faldones. Un elemento muy mejorable. 

La custodia del XVIII

La Custodia del Corpus de Triana, por la entrañas del barrio. La Custodia del Corpus de Triana, por la entrañas del barrio.

La Custodia del Corpus de Triana, por la entrañas del barrio. / Juan Carlos Muñoz

Después llegan las representaciones de las hermandades, los hermanos mayores (desembarco de varas doradas) y, por último, la impresionante custodia de plata del XVIII. Tras ella, uno de los elementos que definen el Corpus trianero, el majestuoso palio de respeto. 

La procesión toma ya Pureza mientras la silueta del viril que contiene al Santísimo se recorta en el azul del cielo, donde también se dibuja la capillita del Carmen. Mucho público capta la imagen mientras el sol da de frente. Empieza a sentirse el calor. Es el junio de siempre. Paliativo de un jueves sin Corpus. 

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