Hay días con un especial sabor. El Martes Santo sabe a barrio que vuelve. A Calzada que recuerda un puente por el que se señoreaba el palio de la Encarnación y donde Pilatos aparecía para mostrar a Jesús.
A una Puerta de Carmona que reza cada día pidiendo Salud y Buen Viaje porque tiene el alma azul y crema. A nazarenos que llegan trayendo a un barrio que vuela para consolar los Dolores y al sentir antiguo de la Santa Cruz.
El Martes es un día para perderse por San Lorenzo dejándose los ojos buscando la mirada de un Dulce Nombre y por Arfe esperando una Buena Muerte.
Un día que empieza en celeste y crema y termina con los varales de Desamparados rozando casi sin tocar cada uno de los diamantes de una puerta al cielo desde donde don José dirige una oración por aquellos que están con él en el Martes Santo eterno.
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