En esta sección, además de los ritos propios de cada municipio llegada la Semana Santa, también nos hacemos eco de las piezas singulares que se conservan en las cofradías de la provincia y que salen a la calle los días de la Pasión. Tal es el caso de la localidad de Marchena, ciudad monumental a la que hemos acudido en todas las ediciones desde que comenzó la serie. En esta ocasión lo hacemos con la cofradía del Cristo de San Pedro y con el peculiar dosel que cobija al crucificado en la procesión del Viernes Santo.
Pero antes de adentrarnos en la cofradía, profundicemos un poco en su historia. La hermandad es así conocida por residir en el antiguo Convento de San Pedro Mártir, habitado por la orden dominica desde la primera mitad del siglo XVI hasta su exclaustración en el XIX. En la pasada centuria el templo fue cedido en usufructo a la corporación penitencial, que en 1988 se fusionó con la de la Virgen del Rosario, patrona del municipio.
Los primeros indicios de la hermandad se remontan a 1556. De esta época data el crucificado, fechado por los expertos en la primera mitad del siglo XVI. De esta obra destacan sus rasgos indianos y se aprecia la semejanza con el Cristo de la Sangre, que se venera en la Capilla del Baratillo de Sevilla capital y que pertenece a la corporación del Miércoles Santo. Un reciente estudio del investigador universitario Fernando Villa apunta a que ambas imágenes, junto con el Cristo de la Vera-Cruz de Carmona y el de la misma advocación de Huévar, salieron del taller mexicano de Fray Pedro de Gante, uno de los primeros evangelizadores del Nuevo Mundo.
Y si importante fue el siglo XVI para la fundación de esta hermandad, no menos relevancia tuvo la centuria decimonónica que, pese a las desamortizaciones, supuso la llegada de la Virgen de las Angustias y San Juan Evangelista. La dolorosa es obra de Gabriel de Astorga (1867), mientras que la imagen del Discípulo Amado se considera del mismo autor, aunque no está documentada. Forman un conjunto al que cobija la tarde del Viernes Santo un palio rígido de los que aún se conservan en Marchena, de los realizados en el siglo XIX en metal -en este caso, plata de ley- y que en su origen sólo sostenían 10 varales (luego se pasaron a 12, al adaptarse a las dimensiones de los pasos capitalinos). Es obra del platero José Olavide y al andar produce un sonido muy peculiar, identitario de la Semana Santa marchenera.
Pero, sin duda, uno de los elementos que caracterizan a esta cofradía -y que hacen recomendable verla por las calles de la localidad- es el soberbio dosel que cobija al Cristo de San Pedro. Se trata de una ostentosa pieza que sirve de marco a la cruz de plata donde está enclavada la sagrada imagen. La forman un cupulín o doselete de madera tallada y dorada y un fondo de terciopelo burdeos (color litúrgico del Viernes Santo) con bordados en oro de finales del siglo XIX.
Este dosel o velo (como así se le conoce en otras poblaciones, tal es el caso del Cristo de la Vera-Cruz de Alcalá del Río) está relacionado, según el profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla (US), Manuel Antonio Ramos, con los oficios del Viernes Santo, en los que, en recuerdo del velo del templo judío que se rasgó tras la muerte de Jesús, se desnuda la cruz -que se ha adorado durante dicha ceremonia- de la tela que la ha cubierto. De hecho, aún conserva dos cordones con borlas, recuerdo de aquellas cortinas laterales que en su día se utilizaron para cubrir por completo al crucificado.
Denegrido y afeado,
causa dolor el verle;
su rostro todo llagado,
llena de espinas su frente,
su cuerpo encardenalado.