El Cautivo del Tiro de Línea: un soplo de verdad

Lunes Santo

El mar de devotas que acompaña al Señor reconcilia al cofrade con una fiesta cada vez más impostada

Hasta en la parte más desangelada del recorrido nadie abandona al Cautivo

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La multitud que acompaña al Cautivo el Lunes Santo.
La multitud que acompaña al Cautivo el Lunes Santo. / Juan Carlos Muñoz

Almirante Topete tiene hechuras de Quinta Avenida. La mayoría de sus vecinos nunca han pisado New York (ni falta que les hace), pero saben que son arteria principal del lunes más esperado del año. Este día con mala fama por ser el comienzo de la larga semana sólo logra santificarse una vez. Lo saben bien las familias del Tiro de Línea que se tiran en masa a la hora del Ángelus a las calles para ver una de las cofradías con más sabor de la Semana Santa. A prueba de modas e imposturas. Porque aquí, tras el Cautivo, camina un mundo de formas, indumentarias e ideologías, pero a todos –o mejor dicho, a todas– les une la autenticidad que converge en este Hombre de manos atadas. El que nunca va solo.

Cae el sol a plomo cuando el reloj ha pasado de las doce y media. La mañana se despertó fea. Con nubes negras y un viento desapacible que hizo bajar los grados del termómetro más de lo aconsejable. Hay carritos de niños que esquivar, haciendo un continuo zig zag, y no falta tampoco el tío de los globos, con su aporte cromático sobre un cielo ahora teñido del tópico celeste.

En Casa Molina no se da abasto. No cabe un alfiler. Aún no son la una de la tarde, pero la ingesta de cerveza logra alta demanda. El líquido amarillo se sirve en vaso de plástico. Por doquier. Ningún velador libre en esta esquina tan codiciada.

Los metros más revalorizados

Aunque para metros revalorizados, los que se sitúan detrás del Cautivo. Un resquicio libre cuesta lo suyo en la trasera más deseada del Lunes Santo. Hay que ser un auténtico experto para colarse en este mar de mujeres (el femenino gana por goleada). El Señor aparece en su paso. Refulge el dorado con el sol. Viene con su túnica de lana, mecida por el compás de los costaleros y la leve brisa que refresca el ambiente.

El frescor de la mañana ha dado paso a la sensación de bochorno que predomina desde que comenzaron los días santos. Una vez dentro de esta marabunta, conviene coger el paso al prójimo para no entorpecer el andar ni recibir un pisotón que deje los pinreles de baja para el resto de la fiesta. Predomina el calzado deportivo. Decathlon reina entre quienes se echan a andar detrás del Señor de las manos atadas. El calor obliga a despojarse de la ropa de abrigo. La camiseta corta y la tiranta dejan a la vista las pieles blanquecinas de la mayoría de los presentes, aunque también hay otra de tez morena. No faltan las salpicadas por tatuajes nada discretos. Un mundo tras el Cautivo, que camina al frente, sin regodearse en las marchas que interpreta Pasión de Linares. Composiciones fácilmente reconocibles al oído, detalle a agradecer tras un domingo en el que ciertas piezas musicales recordaban a un atasco a hora punta en la SE-30 en jornada laboral.

Las devotas esperan la salida del Cautivo del Tiro de Línea.
Las devotas esperan la salida del Cautivo del Tiro de Línea. / Juan Carlos Muñoz

Las calles se convierten en ríos que desembocan en este mar. No dejan de sumarse devotas. Quienes cogieron primera fila ven relegada su posición. La distancia entre el paso y la banda es cada vez mayor, de ahí que el público valore el sonido de la agrupación musical, capaz de vencer estos metros de diferencia. Se agradece la sombra que aportan los árboles de la Avenida Nuestra Señora de las Mercedes, en su día llamada Pilar Bardem, sevillana (sólo de nacimiento) de la que se desconoce si algún Lunes Santo estuvo por estos lares. Un oasis tras el desierto de sol de Almirante Topete.

Por El Porvenir

El cortejo penitencial va buscando El Porvenir, con sus chalets. El urbanismo cambia por completo. Nos acercamos al centro. Chari y Encarnación encadenan su enésima conversación. Son fijas en esta cita. Mujeres de mochila en la delantera y chaleco anudado en la cintura. “Íbamos en la segunda fila y ya estamos casi en la banda. Todos los años nos pasa igual”, comentan entre risas, mientras expresan un convencimiento: “lo importante es que Él sabe que vamos detrás”. A este corrillo se suma una tercera integrante, de edad más joven. Se ha demorado por problemas de transporte. Pidió un Cabify desde la Avenida de la Paz. “Me pidieron 20 euros”. El precio del servicio privado provoca todo tipo de críticas en el trío femenino y en el entorno más inmediato. La joven decidió venirse en Tussam y se incorpora metros antes de que la presidencia del paso salude a la Hermandad de la Paz. En la representación de la corporación del Domingo de Ramos se encuentra el párroco de San Sebastián y el secretario general de la Archidiócesis, Isacio Siguero.

El Parque de María Luisa sirve de frontera entre el Distrito Sur y el centro de la ciudad. La cofradía aquí muda de piel. Algunas de las devotas abandonan su posición tras el Cautivo para darle de comer a sus hijos y nietos, situados en los primeros tramos. La Plaza de España se convierte en punto neurálgico de avituallamiento. El papel de aluminio logra el protagonismo absoluto de estas horas. Se multiplican las latras de refresco y una variedad charcutera digna de escaparate. Los bordillos se cotizan a lo alto. Los puestos ambulantes hacen su peculiar agosto. Hay a quienes estos momentos se les hacen especialmente duros. El polen se lo pone difícil a los alérgicos. Se sacan las mascarillas en este tránsito por la Sevilla del 29.

Una mujer, emocionada al ver al Cautivo.
Una mujer, emocionada al ver al Cautivo. / Juan Carlos Muñoz

Las devotas no dejan de mirar al cielo. Empiezan a aparecer las primeras nubes sospechosas. “Dicen que a las ocho llega la lluvia”, comenta un treinteañero de camiseta, bíceps trabajados en el gimnasio y tatuaje neobarroco en el antebrazo. “Seguramente los refugien en el Rectorado”, comenta una vecina que se despoja del chaleco mañanero. El calor va en aumento.

El Cautivo pasa por delante de la estatua del Cid. Hasta en la parte más desangelada del recorrido hay gente que lo acompaña. El mar de devotas no se desintegra. Avanza por Palos de la Frontera y llega a la Puerta de Jerez en plena sobremesa. Se adentra en el Postigo del Aceite, aduana donde las estrechuras hacen que se compacte más esta masa de personas que acumulan ya varias horas de camino. Por las aceras, se alterna público con chaqueta y otro esparcido por las aceras, en sillas plegables y con las nalgas colocadas directamente en el pavimento, a modo de sentada cofradiera. Entre el tumulto, se manda a callar a quien habla demasiado alto por el móvil. Aquí se viene a charlar lo mínimo. Ni se escucha la radio. Ni se pegan gritos. Se anda de frente, con la mirada baja. Cautivos de un Dios de manos atadas. El Tiro de Línea, un soplo de verdad en una fiesta cada vez más impostada.

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