Confirman que Antonia Bazo realizó el simpecado blanco de la Pastora de Cantillana
Descubrimiento
La hermandad encargó esta pieza a principios del siglo XIX
Poco a poco se van descubriendo más obras de esta excepcional bordadora
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El simpecado blanco de gala de la Divina Pastora de Cantillana, una de las piezas más preciadas para esta corporación, se revela como una obra de gran valor artístico y sentimental, más si cabe. Tras unas últimas investigaciones realizadas por la hermandad pastoreña, se ha confirmado como obra de la prestigiosa bordadora Antonia Bazo.
Hasta el momento la hermandad solo tenía constancia de que este simpecado fue encargado en 1805 por doña Elena de la Barrera, mayordoma del rosario pastoreño, en agradecimiento a la Pastora por haber librado a Cantillana de la epidemia de fiebre amarilla, cuyos catastróficos efectos no se sintieron en la localidad. Según apuntan las investigaciones de Antonio Joaquín Santos (recogidas en el estudio publicado en el número 29 de la revista ‘Cantillana y su Pastora’, editada en este 2024 con motivo de las fiestas mayores cantillaneras) "para tan magnánima ofrenda se recurrió a una de las más importantes bordadoras de la Sevilla de principios del XIX, Antonia Bazo Davied”.
Como muestra de gratitud se quiso ofrecer a la Virgen “un nuevo simpecado bordado en hilos de plata y oro sobre una lama de plata, que nada tuviera que ver, ni en calidad ni en originalidad, con ningún otro”. Y para ello recurrieron las señoras pastoreñas al mejor taller de bordado que había en Sevilla en la época. La insignia, estrenada en 1806, ya aparece en un inventario de la hermandad de 1807.
El hallazgo de una manda testamentaria de la bordadora, fechada en 1809, el año de su muerte, confirma la autoría de Antonia Bazo. En el documento la bordadora indica que “me debe la hermandad de la Divina Pastora de la villa de Cantillana trescientos y quince reales de vellón que son del resto del bordado de un simpecado para ella de que tengo recibo o vale firmado de Manuel de Ribas Melagrejo”, marido este último de doña Elena de la Barrera y que la representa contractualmente, teniendo en cuenta las limitaciones impuestas a las mujeres en la época.
La autoría inequívoca de Antonia Bazo a partir de este documento se corrobora igualmente con la comparación con otras piezas contemporáneas a este simpecado. La restauración del de la hermandad del Rosario de la Macarena ha demostrado similitudes con el cantillanero, pudiendo adjudicar la insignia macarena también a la bordadora. También fue Bazo autora de la saya realizada para la Virgen del Valle y recientemente recuperada, y que aparece en un grabado de principios de la centuria decimonónica.
Como se indica anteriormente, el simpecado blanco o de gala de la Divina Pastora fue ofrecido a la Virgen por su protección en la epidemia de 1800. Obra modélica del simpecado de la época, mantienen ecos de la estética rococó en su perfil sinuoso superior y en las ondulaciones laterales. Ejecutado en lama de plata y ribeteado por una flocadura de oro, está bordado en hilo de plata sobredorada en relieve, con gran diversidad de técnicas y puntos (cetillo, hojilla, cartulina, mostacillas, espejuelos y lentejuelas). Decorado de forma simétrica y con un fuerte sabor dieciochesco, dominan en la ornamentación las ces arrocalladas unidas a ramos de hojas ceñidas en el centro y abiertas en abanico, seña de identidad de los bordados de Antonia Bazo y heredados del taller paterno. En el óvalo central se muestra una pintura al óleo de la Divina Pastora orlada con una trama ornamental que enlaza con los ramos florales de las flámulas.
Los simpecados pastoreños son las únicas insignias que se custodian en la parroquia, sede fundacional y canónica de la hermandad de la Divina Pastora. Entre los estrenos para estas fiestas la hermandad ha ejecutado unas nuevas vitrinas, instaladas en la sacristía lateral del camarín de la Virgen, donde quedarán expuestos el simpecado rojo (que contiene la pintura fundacional), el referido blanco de gala; el azul, conmemorativo del tercer centenario fundacional, y el verde, hoy en desuso y que durante muchos años fue el que peregrinó en la carreta hasta la aldea de la Divina Pastora en Romería.
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