Cincuenta años ya desde el trágico incendio en el Patrocinio que acabó con la Dolorosa y a punto estuvo también de llevarse por delante al Cristo expirante del Cachorro, devoción angular de la Semana Santa sevillana y una de las cimas del arte universal.
La decidida actuación de Rafael Blanco Guillén, empleado en un polvero cercano, consiguió aminorar el desastre y las manos expertas de los hermanos Cruz Solís arreglaron lo evitable y Luis Álvarez Duarte palió lo inevitable.
Era lunes, y en la noche de ese día, cuando se tomó esta fotografía, salió un emotivo y espontáneo vía crucis presidido por un pequeño crucificado tras el que fue literalmente toda Sevilla, la oficial y la popular.
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