Misa 400 años del Gran Poder

El encuentro con el Dios de lo cotidiano

  • La Plaza de San Lorenzo acoge la misa pontifical por los 400 años de la hechura del Gran Poder.

La Plaza de San Lorenzo acogió la misa del IV centenario del Gran Poder.

La Plaza de San Lorenzo acogió la misa del IV centenario del Gran Poder. / Juan Carlos Muñoz

Ni la Luna llena quiso faltar a la histórica cita. Cantaba el coro Ese hombre que camina cuando asomaba por lo alto de la calle Conde de Barajas. Como buscando la escena. No, no era la primera Luna llena de la primavera. No había puntiagudos nazarenos de ruán encaminándose a la basílica. Ni resonaban los ecos de los armaos camino de la Resolana. La Plaza de San Lorenzo se vistió de Viernes Santo en una tarde de octubre. Justo se cumplían 400 años desde que los oficiales de la Hermandad del Traspaso recogieron del taller de Juan de Mesa la imagen que estaba destinada a convertirse en el Dios de la ciudad. El Señor de todos los días. El de la vida cotidiana. El que sigue recibiendo, 146.000 días después como recordaba Carlos Colón, los rezos de sus devotos. El cuenta por 12.000 sus hermanos.

La Plaza de San Lorenzo ha acogido en la tarde de este jueves la misa pontifical por los IV siglos del Señor del Gran Poder. Era el primero de los actos cofradieros que se celebraban en Sevilla desde prácticamente el Vía Crucis de las Hermandades, presidido por el Cristo de los Gitanos en la Catedral. Nadie entonces se podía imaginar que la pandemia llegada de China iba a dejar a Sevilla sin la Semana Santa y todas las procesiones que estaban por venir. Por eso, la salida del Gran Poder a su plaza y la misa del aniversario, eran una prueba de fuego. Tenía que salir todo a la perfección. Y así ha sido. La hermandad se afanó en todos y cada uno de los detalles con la ayuda del Ayuntamiento y la Policía, que controlaba todos los accesos para que no hubiera ningún tipo de aglomeraciones.

El Señor enmarcado en la puerta de la parroquia. El Señor enmarcado en la puerta de la parroquia.

El Señor enmarcado en la puerta de la parroquia. / Juan Carlos Muñoz

El Señor salió a la Plaza poco antes de las ocho. Iba en sus andas, que estrenaban un moldurón que también recordaba a la Madrugada. Lucía el Nazareno de Mesa la magnífica túnica morada donada por sus hermanos y devotos. En la Plaza, dispuestas a escuadra y cartabón, había colocadas casi 400 sillas. Casi todas fueron ocupadas. Una luz clara, muy parecida a la de la primavera, recibió al Señor, que subía la rampa del sencillo altar situado delante de su parroquia cuando las campanas tocaban las ocho.

Sólo se escuchaba el silencio. Respetuoso y hondo. El Señor que habita en la ciudad se presentaba así ante sus hijos. Como lo hizo hace 400 años en aquel taller de la collación de San Martín, del que tan poco se sabe, ante el asombro de aquellos hombres. Mucha falta hacen las imágenes en estos tiempos de coronavirus y pandemia y el Señor siempre ofrece consuelo para el alma. Sevilla, representada por esas 400 personas, entre las que se encontraban el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno; o el alcalde, Juan Espadas, renovó este voto de fidelidad centenario con el Gran Poder.

El Señor saliendo de la basílica. El Señor saliendo de la basílica.

El Señor saliendo de la basílica. / Juan Carlos Muñoz

Presidió la eucaristía el cardenal sevillano Miguel Ángel Ayuso. Doscientos años hacía que no había un cardenal nacido en esta tierra. Junto a él, como concelebrantes, estuvieron el arzobispo hispalense, monseñor Asenjo; y el arzobispo Castrense, Juan del Río. También participaron en la ceremonia una veintena de sacerdotes vinculados a la hermandad. Antes de la salida del Señor juraron las reglas y fueron recibidos como hermanos el cardenal Ayuso, el arzobispo Asenjo, y el alcalde Espadas.

Momento de la jura de Ayuso, Asenjo y Espadas. Momento de la jura de Ayuso, Asenjo y Espadas.

Momento de la jura de Ayuso, Asenjo y Espadas. / Juan Carlos Muñoz

Con el Señor enmarcado en la puerta de la parroquia, y flanqueado por los retablos dedicados al cardenal Spínola, que tanto hizo por acrecentar su devoción; y por la Virgen de del Dulce Nombre, que ocupó el lugar que dejó en su capilla parroquial, la noche se hizo presente. “Como sevillano es para mí un honor presidir esta eucaristía”. Así comenzaba monseñor Ayuso su homilía. El cardenal, bautizado en San Bernardo y vecino de Heliópolis, resaltó la importancia que el Gran Poder tiene en el devenir de los sevillanos: “Es una devoción sin la que es difícil conocer a la propia ciudad, que a lo largo de los siglos lo ha mantenido como referente de su vida espiritual. El Gran Poder ha jugado un papel fundamental en la religiosidad popular de los sevillanos desde el siglo XVII al XXI. Esta es la historia de nuestra ciudad”.

El cardenal Ayuso durante su homilía. El cardenal Ayuso durante su homilía.

El cardenal Ayuso durante su homilía. / Juan Carlos Muñoz

Confesaba monseñor Ayuso en la conferencia que ofreció el miércoles en la casa de hermandad, que el beato Marcelo Spínola era su debilidad. El arzobispo mendigo fue determinante en el mantenimiento de la devoción a finales del siglo XIX y en el fomento de las visitas de los viernes: “Es un ejemplo de virtudes y un devoto del Gran Poder. Con su figura, palabra y pasión por los pobres nos supo indicar aquel en el que tenemos que tenemos que poner toda nuestra confianza para superar las dificultades. Ése es el Señor del Gran Poder”.

El alcalde, Juan Espadas; el presidente de la Junta, Juanma Moreno; y el hermano mayor, Félix Ríos, antes de la misa. El alcalde, Juan Espadas; el presidente de la Junta, Juanma Moreno; y el hermano mayor, Félix Ríos, antes de la misa.

El alcalde, Juan Espadas; el presidente de la Junta, Juanma Moreno; y el hermano mayor, Félix Ríos, antes de la misa. / Juan Carlos Muñoz

El cardenal finalizó su alocución invitando a los hermanos a servir a Señor con fidelidad y amor y evitando caer en la indiferencia hacia los demás y no dar la espalda ante las miserias del mundo.

El Señor en su recorrido por la Plaza. El Señor en su recorrido por la Plaza.

El Señor en su recorrido por la Plaza. / Juan Carlos Muñoz

La ceremonia continuó con todo el recogimiento que la ocasión merecía. Pasaban las 21:30 cuando monseñor Ayuso leía le bendición apostólica del Papa Francisco. El Señor desandaba los pasos hacia su basílica. Sobre el presbiterio quedaba de nuevo a las diez de la noche. Apenas dos horas después de salir al encuentro con la ciudad que cada día acude a rezarle. Todos aquellos devotos que no han podido acercarse a vivir la celebración de los 400 años, podrán acudir desde este viernes y hasta el domingo a la basílica, donde el Señor les espera expuesto a la veneración en la cercanía del presbiterio. Como desde hace 400 años.

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